Domingo primero de julio del 2018

Desde mi balcón

 

Jorge Arturo Ferreira Garnica

Aguascalientes, Ags.- El domingo próximo se despejarán todo tipo de conjeturas, suposiciones, sondeos, especulaciones, cábalas y un largo etcétera, cuyos contenidos han dejado su testimonio en la prensa escrita y en medios electrónicos. Este primero de julio por ahí de las diez u once de la noche, si no es que antes, la incógnita quedará despejada para todos aquellos que no quisieron o no se dejaron convencer por los sondeos de opinión, inclinados más a la certeza del resultado que las urnas electorales nos proporcionarán ese día, yo entre ellos. Nos agrade o no, el ganador de esta elección, lo tendremos que aceptar como Presidente de México por los próximos seis años. Y lo digo de esta manera, porque según veo yo, ninguno de los candidatos tiene la formación de verdadero estadista, es decir, ni de líder y mucho menos de verdadero y auténtico político.

Quien quiera que sea nuestro próximo Presidente habrá de experimentar la soledad extrema en la que todo gobernante queda atrapado. De sus aciertos, dependerá la paz y tranquilidad social. Lo que haga, deberá ser mucho mejor que lo que nos han brindado los últimos presidentes de México en los pasados sesenta años. Y lo que deje de hacer, no deberá agraviar más a esos cincuenta millones de mexicanos que han sido marginados merced a la infausta política neoliberal. En ese lapso, aunque no todo fue negativo, se amplió en grado superlativo la franja de desigualdad, a la par que se toleró y se generalizó la corrupción en un auténtico sentido lato. Jamás se había mostrado tamaño exceso, ni el descaro y cinismo en las esferas gubernamental, y social.

El próximo Presidente, ahí, en su inefable soledad de mandatario, deberá hacer acopio de su poca o mucha lucidez para tomar las decisiones correctas, en cuanto a las necesidades más sentidas de la masa popular; esto es, implementar las políticas adecuadas y no meras ocurrencias, en cuanto a los rubros económico, de seguridad, empleo, salud, educación y cultura, por citar los más relevantes si queremos un México moderno y de primer mundo. Hay más, pero si se atienden estos cinco ejes torales, los restantes serán impactados por la fuerza de gravedad de los ya enunciados.

En el ámbito de la economía, ya no es posible seguir transitando por el camino del neoliberalismo. Habrá que retomar el rumbo hacia una política de amplio espectro socioeconómico que permita no sólo un crecimiento por encima de cinco puntos porcentuales, sino a su vez atenuar de manera progresiva la franja de la desigualdad como se venía dando antes de las seis décadas ya referidas; época en la que nuestro crecimiento era del 6.5 %., de manera sostenida. Lograr este crecimiento permitirá generar las oportunidades de empleo digno y bien remunerado en esa capa de población totalmente olvidada y desprotegida, donde se gesta el caldo de cultivo de todo orden de delincuencia. De igual manera fortalecerá la cobertura actual de salud que sin duda se tendrá que ampliar hasta alcanzar una protección universal y no sectorial.

La educación y la cultura deberán ser los ejes fundamentales para integrar todos los sectores sociales a un desarrollo armónico y competitivo. Estos dos ejes son a su vez los que habrán de ser los cimientos de una nueva y novedosa política de combate al crimen en la más amplia acepción del término, y por supuesto, al narcotráfico y a sus satélites de distribución locales y regionales de manera muy especial. Esto significa que este flagelo deberá combatirse mediante una política de Estado en la que todas las disciplinas artísticas y culturales formen parte de las materias que por ley imparte el Estado Mexicano a través del sector educativo nacional. Detectar, rescatar, fomentar y estimular la creatividad artística del pueblo mexicano, será, no la única, pero sí la principal arma para ir diezmando las filas del narcotráfico y el crimen en general. Las policías de los tres niveles de gobierno, y no las fuerzas armadas, serán como debió ser siempre, las responsables de vigilar, investigar, aprender o arrestar y consignar a los criminales. Un pueblo de artistas y artesanos es no sólo preferible sino deseable, en contra parte a uno en el que el crimen es quien dicta conductas y formas de vida. Rescatar a nuestros niños y jóvenes de los anzuelos que les lanzan los criminales deberá será tarea “prioritaria” de nuestro próximo Presidente de la República.

Enfrentar, tope donde tope, esa vergonzosa práctica de la corrupción, bajo una sola premisa: aplicar la ley, pero sobre todo respetarla.

De no ser así, la irritación social, el desencanto, la frustración, pero sobre todo el hambre y la pobreza extrema, serán, sin temor a dudas, la justificación esperada para darle salida a toda esa crispación; es decir, a ese tácito resentimiento acumulado, que sólo requiere de un mínimo pretexto para ser liberado y convertirse en un estallido social de dimensiones impredecibles.

No debemos soslayar que nuestro proceso democrático no se ha consolidado, pero sí ha sufrido el desgaste propio de su naturaleza; desgaste en el que destaca, la descalificación de los propios actores políticos, de los medios de comunicación a través de editorialistas, columnistas y toda esa pléyade de opinadores a sueldo cuyos mezquinos intereses no tienen patria. Pero sobre todo el incumplimiento de la ley, su cuasi nula aplicación y de manera particular la impunidad. La democracia no es perfecta y mucho menos invulnerable, es, como todo proceso de índole social y político, perfectible y bastante vulnerable. Ya lo vivimos en anteriores elecciones presidenciales, cuando uno de los principales contendientes no obtuvo el aval de los ciudadanos mexicanos para ganar la contienda. De inmediato descalificó a la institución encargada de organizar las elecciones. Lo que se había venido construyendo durante años, ese sujeto casi lo destruyó en unos días. Así de frágil es la democracia, que también se ve afectada por diversas causas que por ahora no abordaré.

Esto es a grandes rasgos algo de lo que deberá enfrentar nuestro próximo mandatario del país, sea quien sea y nos guste o no. Ya iremos evaluando su congruencia entre la acción y el discurso y la promesa de campaña. Por lo pronto sólo diré, que nos contactaremos en la próxima entrega, en la que ya sabremos quién nos gobernará los siguientes dos mil ciento noventa días, a partir del primero de diciembre del año en curso.

 

 

 

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