¿Los espacios cerrados son seguros ante el Covid-19? Esto dicen los expertos

Redacción

Las medidas de desescalada después del confinamiento para frenar la transmisión del SARS-CoV-2 coinciden con la llegada del buen tiempo, y mucha gente se pregunta si, al igual que pasa con otros virus, el hecho de realizar más actividades aire libre puede contribuir a cortar la expansión de la enfermedad.

En las últimas semanas se han publicado diversos estudios al respecto en plataformas médicas que distribuyen manuscritos pendientes de publicarse en revistas científicas. Son, por lo tanto, resultados preliminares, pero ya van dando una idea de algo que a priori parece lógico: en espacios cerrados la probabilidad de estar en contacto, y con mayor intensidad, con el SARS-CoV-2 es mucho mayor que al aire libre. Por ejemplo, uno de estos trabajos, realizado en Japón, indica que el riesgo de contagio es hasta 19 veces más alto en espacios interiores. En otro de los estudios, este a partir de casos de China, se mostraba cómo los contagios se habían producido principalmente en domicilios particulares y en el transporte público.

“El modelo que nos ayuda a comprender mejor esto es el del virus de la gripe, que es del que disponemos más información.”, nos explica Vicente Soriano, investigador y profesor en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de la Rioja. “Básicamente, la principal fuente de transmisión son pequeñas gotitas que emitimos al cantar, hablar, estornudar o toser. Además, hay que tener en cuenta la cantidad de virus a la que uno se expone: si alguien te tose justo delante de la cara será mucho más fácil que te infecte y que, además, lo haga de una forma mucho más grave. Cuando uno interactúa con otras personas en un espacio abierto las gotículas se dispersan más fácilmente, y la posibilidad de concentración de esas partículas infectivas donde están los virus baja muchísimo con respecto a un lugar cerrado”, nos explica el experto.

En definitiva, lo que determina la posibilidad de infectarse y también la gravedad con la que se desarrolle la enfermedad no es solo el hecho de estar en contacto con el virus sino también la cantidad de virus a la que uno se expone, esa famosa ‘carga viral’.

“Todo esto lo tenemos muy estudiado con la gripe y otros virus, ahora falta comprobarlo con el SARS-CoV-2 en concreto”, explica Soriano, cuyo equipo ha llevado a cabo otro trabajo preliminar que describe varios casos de grupos de infección por SARS-CoV-2 en Madrid. “A principios de marzo se reunieron diez personas en un espacio cerrado para una discusión de trabajo, y uno de ellos había estado en Milán en los días previos”, nos explica el investigador. “Se acabaron infectando las diez, y una de estas personas llegó a ingresar en cuidados intensivos a los cinco días del contacto. Por el contrario, otro de los grupos estudiados fue una comunidad de 25 religiosas que viven a las afueras de Madrid, en un edificio con techos altos y muchos espacios exteriores. De las 25, que además son convivientes, una de ellas se contagió en los días previos al confinamiento. Los test de detección de anticuerpos revelaron que 21 de ellas se llegaron a infectar, pero ninguna de ellas desarrolló un cuadro grave, y eso que había incluso una señora de 80 años en el grupo”.

Los resultados, aunque también preliminares y en muestras pequeñas, vienen a confirmar que la cantidad de inóculo viral que se recibe en el momento de la exposición puede determinar el curso de la evolución de la enfermedad. Un ambiente cerrado con varias personas que discuten sin mantener la distancia física ni llevar mascarilla parece el caldo de cultivo perfecto para la transmisión del virus.

A la vista de estos indicios, parece mucho más probable contagiarse en espacios cerrados, si bien siempre hay que guardar las medidas de distancia y usar mascarilla cuando esto no sea posible. La llegada del buen tiempo y las reuniones al aire libre deberían ayudar a mantener a raya la epidemia y, por otro lado, Soriano nos recuerda que, tras las semanas de confinamiento, el número actual de personas activas que puedan contagiar a otras debería ser muy pequeño. Eso sí, no hay que bajar la guardia: “Para evitar los rebrotes hay que seguir evitando aglomeraciones, guardando las distancias o llevando mascarilla si esto no es posible, y las personas con síntomas deben quedarse en casa”, nos insiste el experto.