Los ácaros que viven, se aparean y ponen huevos en tu cara

Redacción

¿Sabías que en tu cara hay cientos de seres microscópicos que se alimentan, aparean y mueren día con día? Aunque quisieras, jamás podrías eliminar a esos bichitos, ya que algunos investigadores afirman que han existido desde el inicio de la historia de la humanidad.

Los artrópodos, conocidos como ácaros de la piel se dividen en dos tipos: los Demodex brevis y los Demodez folliculorum. Esos últimos son los que desarrollan su hábitat en el rostro de las personas.

Los seres son más chiquitos que una partícula de arena. Pertenecen a la familia de los arácnidos, que incluye las arañas y hasta las pulgas o garrapatas, los cuales son atraídos por las células y el natural aceite de la piel humana, con énfasis en el de la frente, nariz y pómulos.

Aunque suene mal, la verdad es que ese tipo de ácaros no son dañinos para la salud. Ellos se alojan en los poros y funículos de los vellos, mientras que las glándulas sebáceas se las reservan los bervis. Se caracterizan por ser alargados y tener ocho patas cerca de la cabeza.

Durante su vida, los ácaros ponen huevos, el cual es de un tercio del tamaño de su cuerpo, así aseguran su vida en nuestra cara.

¿También descargan sus excrementos en nuestra cara?. No precisamente. Ocurre que carecerían de recto, por lo que ese tipo de desechos permanecen acumulados en su interior hasta que mueren. Ahí sí revientan y esparcen todos sus residuos sobre nuestra piel.

Ellos se aparean y prefieren la noche para hacerlo. Lo hacen desde el mismo momento que nacen y en nuestra cara, para luego refugiarse de nuevo en sus poros.

Aunque te bañes de forma regular y se utilicen otros productos para el cuidado de la piel, los ácaros pueden desaparecer por casi un mes, aunque volverán por medio del contacto con otras personas.

En los casos donde sí pueden ser un problema es cuando la persona tiene un sistema inmunológico débil, ya que puede descontrolarse el crecimiento de esos bichos.

De allí la recomendación de procurar no pellizcarse o rascarse el rostro, pues con esta acción sólo se lograría activar la incursión de los diminutos animalitos que de seguro ya llevan un buen tiempo ocultos en los poros de esa zona.

Con información de Grandes Medios