Este pateador pudo jugar en Necaxa pero terminó ganando un Super Bowl

La Opinión

Los Angeles, E.U.- La fortuna fue una aliada indispensable en la carrera de Martín Gramática. Si sus padres no hubieran migrado a Estados Unidos cuando apenas tenía nueve años, si no hubieran claudicado ante el frío neoyorquino, si no hubieran decidido mudarse a la pequeñalocalidad floridense de La Belle, si el equipo de fútbol americano de su colegio hubiera tenido un pateador o si el Necaxa mexicano hubiera insistido en contratarlo cuando fue a probarse en los albores de los noventa, Gramática jamás hubiera sido jugador de fútbol americano ni se hubiera convertido en el primer -y único- sudamericano en ganar un Super Bowl.

“Yo antes de venir a Estados Unidos ni sabía que existía el fútbol americano“, confiesa mientras transita, 32 años después, por las calles de Tampa rumbo al colegio al que asisten sus tres hijos.

Durante diez temporadas, entre 1999 y 2008, la vida de Gramática se circunscribió a escenas intermitentes de apenas un segundo y dos milésimas. Esa ventana temporal, ese intervalo entre que el long snapper o lanzador expulsa el balón hasta que el kicker o pateador lo acaricia con furia en busca de un gol de campo o punto extra, se convirtió en su obsesión. “Si tardábamos más, el otro equipo tenía la posibilidad de bloquear la patada“, rememora.

El límite entre el éxito y el fracaso en un puesto tan ingrato es efímero: depende de milésimas o centímetros. “Es como el arquero en el fútbol. No tenés muchas posibilidades. El arquero puede tener 25 atajadas espectaculares, pero le meten un gol tonto y es su culpa. El pateador es casi igual, la metés o errás, entra o no entra“. La analogía desnuda su faceta futbolera: fanático de Boca, devenido en entrenador infantil de sus propios hijos en el Tampa Bay United e integrante de la comisión que el último martes presentó un proyecto para que Tampa tenga un equipo en la MLS.

La intromisión de Gramática en la poderosa NFL fue absoluta: el hijo de un país que por entonces hasta desconocía las reglas del fútbol americano se había convertido en una estrella de la liga. Su cénit, por supuesto, fue el Super Bowl.

En enero de 2003 marcó 12 de los 48 puntos con los que Tampa Bay Buccaneers, la franquicia que lo eligió en la tercera rueda del Draft 1999, derrotó a Oakland Raiders. Gramática ostenta el privilegio de ser el único argentino capaz de describir qué se siente ser protagonista del principal espectáculo deportivo del mundo.

“Fue el peor precalentamiento de mi vida. No metía una, seguramente por los nervios. Después, fue distinto a lo que esperaba. El día del Super Bowl te das cuenta de que el partido es lo que menos importa. Les importa más el show, quien canta antes y en el entretiempo. Por ejemplo, siempre calentábamos 15 minutos antes del partido y ahí lo hicimos 45 minutos antes. Lo mismo en el medio tiempo, siempre son 15 minutos y duró 30. No es lindo cambiar de golpe. No te sentís cómodo, especialmente en un puesto como el mío en el que una vez que calentás querés mantenerte en ritmo. Por suerte tuve una patada temprano, convertí y me empecé a sentir en un partido normal, sin estrés”.

Levantar el trofeo Vince Lombardi de la NFL eyectó su popularidad, lo convirtió en insignia de varias marcas y le permitió firmar contratos por cifras astronómicas hasta convertirlo en uno de los argentinos mejores pagados del mundo. Su foja de servicios es aún más rica: como kicker en la Universidad de Kansas City recibió el premio Lou Groza al mejor pateador universitario y estableció el récord profesional aún vigente del gol de campo más largo sin apoyo. Participó del Pro Bowl, el partido de las estrellas de la NFL, y pasó por seis franquicias hasta 2008, cuando le puso fin a su carrera por una molestia en un aductor que lo obligó a infiltrarse durante sus últimos años.

Sin embargo, su palmarés no destaca el gol de campo que más lo emociona: “Fue en 2006 en Dallas, en mi primer partido después de un año y medio sin jugar por una lesión. Me firmaron un miércoles y debuté el domingo. No conocía ni a mis compañeros. Les ganamos a los Giantsfaltando 3 segundos. Es el que más me acuerdo porque fue mi primer partido como papá, mi hijo no tenía ni un año y mi meta era que él me viera jugar”.

Gramática hizo de Tampa su lugar en el mundo. Es dueño de Gramática SIPS junto a sus hermanos, una constructora de casas prefabricadas. Martín, Guillermo y Santiago -también ex jugadores- administran su propia fundación, Gramática Family Foundation: “Hacemos casas para veteranos de guerra. Vamos por la quinta casa en cuatro años, tratamos de hacer una por año. Vimos que tenían necesidades, que reciben ayuda pero no la suficiente. Ellos nos cuentan que es como volver de Vietnam, pero con la diferencia de que no los putean”.