La vida en Magadán a 50 grados bajo cero

Redacción

Madagán, Rusia.- Al norte de Rusia, a poco más de 5 mil 790 kilómetros de Moscú, se encuentra Madagán, una ciudad gélida que alcanza hasta 50 grados bajo cero.

En el lugar, el invierno puede durar hasta seis meses y la temperatura media anual es de bajo cero.

Tales condiciones han hecho que jóvenes como Dinat Yur estén hartos de vivir ahí.

El cocinero de 29 años de edad asegura que su más grande sueño es poder irse de la ciudad y ejercer su habilidad de elaborar deliciosos helados.

Yur encontró su vocación en la elaboración de helados en una ciudad donde se enorgullecen de resistir a las adversidades del clima.

Aseguró que a pesar de lo mal que suena, el negocio de los helados no se ha dejado de lado ya que muchos pobladores aún disfrutan de un poco de este postre mientras observan la televisión.

Desde hace mucho tiempo, el curioso romance de Rusia con el helado forma parte de las teorías sobre cómo un país azotado por un clima tan terrible y otras condiciones miserables ha logrado seguir adelante, superando obstáculos aparentemente imposibles.

En Rusia hay una historia particularmente popular, aunque probablemente apócrifa, sobre una visita realizada por Winston Churchill en 1944 a Moscú durante el invierno, en la cual el primer ministro británico observó desde la ventana de su carro a un grupo de moscovitas comiendo helado en una calle nevada y declaró que ese territorio jamás sería vencido.

Moscú, sin embargo, tiene inviernos que usualmente rondan los menos 6 grados Celsius, lo que significa que Magadán supera los límites de este espíritu “contra la adversidad”.

Con la carga de haber sido, en sus comienzos en la era Stalin, la puerta de entrada a una cadena de brutales campos de trabajo forzados en la aledaña Kolimá, donde decenas de miles de personas fueron ejecutadas y más de 100.000 fallecieron por hambre y enfermedades, la ciudad está intentando relanzarse alegremente como “el corazón de oro de Rusia”, en referencia a sus vastas reservas de oro enterradas en las montañas cercanas.

Particularmente los jóvenes están huyendo despavoridos. Es una estampida que el alcalde de la ciudad, Yuri Grishin, ha intentando detener. Señala a un nuevo complejo deportivo en construcción, el auge de aperturas de restaurantes y frescas capas de pintura en los edificios del centro de la ciudad como posibles estímulos para que la gente se quede.

Tras años de declives dramáticos que redujeron a la población en más del 40%, el alcalde afirma que el número actual de residentes se ha “más o menos estabilizado” alrededor de los 91.000.

Sin embargo, entre los que se han ido, se encuentran los tres hijos adultos del alcalde. Uno de ellos vive actualmente en Moscú.

Cuando la Unión Soviética colapsó en 1991, Magadán tenía 155.000 habitantes, sin embargo, para muchas personas en Magadán, el fin de la Unión Soviética significó la ruina económica. El recorte de los subsidios de la era soviética hizo tambalear los sueldos de Magadán. Mientras las fábricas cerraban y los servicios disminuían, algunos fanáticos del libre mercado en Moscú sugirieron librar a la ciudad de su sufrimiento, clausurándola.

Putin ha hecho lo contrario, y ha reafirmado la importancia de mantener vivos los asentamientos remotos del norte, cueste lo que cueste. Sus estimaciones incluyen seguridad, orgullo patriótico por el alcance de Rusia y la economía: la mayoría de los recursos naturales rusos yacen bajo el hielo y la nieve de lugares como Magadán y sus bosques aledaños.

El gobierno federal subsidia vuelos diarios de ida y vuelta a Moscú y está financiando nuevas carreteras, el nuevo complejo deportivo y líneas de internet de alta velocidad. Los subsidios del gobierno también ayudan a mantener la tasa de interés de las hipotecas en la ciudad mucho más baja que en lugares más cálidos de Rusia.

Desde 2016, Moscú ha ofrecido terrenos gratuitos en Magadán y en otras regiones poco pobladas del Extremo Oriente ruso. Cuatrocientas personas han aceptado la oferta en la región de Magadán, pero casi todos son lugareños, no potenciales pobladores externos como el Kremlin esperaba.

Si bien Magadán tiene la suerte de contar con grandes reservas de oroplata y otros recursos naturales, las condiciones son tan duras que algunos economistas aún se preguntan si tiene sentido mantener a Magadán como ciudad en vez de un centro de tránsito para los trabajadores contratados que se dirigen a las minas.

Sin embargo, renunciar a Magadán como un centro urbano funcional la regresaría efectivamente a su rol original cuando fue fundada en 1929: un puerto lúgubre a través del cual los geólogos y posteriormente los trabajadores del gulag pasaban en su camino a las minas de oro de Kolimá. Aleksandr Solzhenitsyn, autor de “Archipiélago Gulag”, describió a este particular puesto del gulag como “el polo del frío y la crueldad”.

Debido al éxodo de los jóvenes, Magadán tiene en la actualidad una escasez grave de trabajadores sanos. El alcalde afirmó que la ciudad necesitaba 20.000 nuevas personas para la construcción y otros trabajos, y en el ínterin están arreglándoselas trayendo trabajadores con contratos a corto plazo.

La ciudad, añade, “se está reposicionando como un lugar vivaz, colorido y feliz”.

Una vista panorámica de Magadán, donde la temperatura media anual está bajo cero, y de la bahía de Nagaev, a 5793 kilómetros al oeste de Moscú, el 28 de noviembre de 2019.

Con información de Debate