¿ Y para esto pagué 600 pesos ?

Francisco Espinosa

Aguascalientes, Ags.- Pasaron dos mundiales, un cambio de presidente en el club, en el país y una elección de gobernador en el estado antes de que el Estadio Victoria volviera a sentir un ambiente de Primera División.

Necaxa volvía tras cinco años a un lugar donde hace 20 años dominó con un amor propio que pocas veces se ha visto en la historia del futbol mexicano. A falta de aficion, el pundonor se mudó a Aguascalientes en 2003 donde las alegrías se acabaron y el descenso se convirtió en palabra habitual.

Sin embargo, ayer en plena tarde sabatina, la angustia de tantos años quedó olvidada en un previo distinto que re dibujo la rutina de las calles aledañas y del paisaje urbano que durante cinco años fue puesto por la fastidiosa Liga de Ascenso: un castigo grande para la historia del club, pero tan justo para su aventura aguascalentense donde un equipo con olor a barrio se aburguesó y pagó el precio.

Dos horas antes del partido, un deja vu se instaló sin muchas complicaciones: las camisetas del rival eran más que las del local, la reventa descarada desfilaba gustosa, los palcos se llenaban de gente con botellas de vino en la mano, políticos de primer orden hacían presencia y un equipo de renombre visitaba Aguascalientes para un partido serio con plantel completo.

Cruz Azul llegó al Victoria acompañado por una caravana de por lo menos 20 autobuses provenientes de la Ciudad de México, repletos de aficionados con su camiseta azul que se unieron a un aglomerado celeste que fue local ayer otra vez en Aguascalientes, como si se tratara de una tradición eterna del Necaxa el ser visitantes siempre, hasta en propio patio.

Y entonces el balón rodó tras el protocolo de la Liga Bancomer MX, con sus enviados nacionales de televisión en plena cancha, comisionados prepotentes de la federación y muchos más fotógrafos que los últimos cinco años. En la grada –llena tras los primeros 20 minutos-, mucha de la gente que se quejó de los altos precios bebía cervezas, entusiasmada por un espectáculo de primer nivel al que hace mucho no tenía acceso. Sin embargo, como a veces pasa, las expectativas se quedaron muy por encima de una realidad que no terminó de ponerse a la altura.

En la cancha, Cruz Azul tardó 5 minutos en dejarle claro a Necaxa que la realidad del ascenso se había terminado, que la velocidad es distinta y la calidad había aumentado considerablemente. El equipo de Sosa, agazapado en medio de un constante recibimiento de golpes, aguantó firme ayudado por la poca puntería del cuadro “visitante” que no supo traducir un dominio total en el marcador.

Entonces, en la afición, lo que era una ilusión deportiva mutó en lo de siempre: una novedad en la que había que estar en forma de selfie y precopeo previo a una fiesta mayor en alguna otra parte de la ciudad.

Y es que si bien Necaxa logró despojarse del nervio de volver al máximo circuito, Claudio Riaño (refuerzo de los Rayos) no pudo concretar las dos más claras que tuvo. El partido, ya envejecido, tuvo su última emoción cuando Christian “Chaco” Giménez entró a la cancha. El argentino naturalizado mexicano es el último eslabón pasional de una afición que ha sabido sufrir más lo de lo necesario. Al Chaco ya no le alcanzan las piernas pero su presencia genera esperanza, esa de la que los azules han dependido desde hace casi dos décadas.

Simbología aparte, más allá del grito de puto en cada despeje, la gente se envolvió en lo intrascendente que resultó un partido que en los 90´s fue de altos ratings con un campeonato de por medio. Cruz Azul intento a cuentagotas tras un inicio prometedor, mientras que Necaxa –que juega el descenso a pesar de la ilusión por liguilla declarada por directiva y jugadores- no aprovechó la derrota de Morelia, y los empates de Puebla y Atlas.

El telón prometido, por el que que tanto sufrió, se abrió con una expectativa lejana de la realidad. Fue Edson Puch –flamante campeón de América- el que entró los últimos 20 minutos para mostrar sus cartas, pero sobre todo un temperamento. Acostumbrado al ritmo chileno, terminó por desesperarse al no encontrar pelotas y darse cuenta que la velocidad necaxista está muy por debajo de la Roja.

Está claro que si el cuadro de Alfonso Sosa quiere librarse de un lastre porcentual, tendrá que tener a Puch en la cancha desde el inicio.

Pasaron 1904 días para que Necaxa volviera a disputar un partido de Primera División, para que los precios en las taquillas volvieran a verse fuera de rango, para que la gente volviera a lucir su verdadera pasión en la grada sin tener que maquillarse de necaxistas y para que los niños recién convertidos en Rayos pudieran ver en vivo lo que durante mucho tiempo vieron en la tele.

En la cancha un duelo sin mucho arriesgue culminó en un empate sombrío y decepcionante. “¿Para esto pagué 600 pesos?”, dijo un aficionado que se disponía a salir del inmueble. Necaxa volvió a la palestra máxima; y le falta mucho para que el regreso no termine siendo una simple anécdota.