Una caridad por favor….

Francisco Espinosa

Aguascalientes, Ags.- Cuando habla con la gente, lo hace con el micrófono como si siguiera cantando una de José Alfredo que acaba de terminar. A Pablo le gusta lo que hace, “y si alguien me quiere dejar una monedita, pues qué mejor.” Tiene poco más de 60 años y no se acuerda cuántos desde que empezó a pedir limosna sentado de costado con las piernas semi estiradas afuera del Parián. La gente, ensimismada en su rutina, pasa a su costado acostumbrada ya a su presencia y al ruido de su voz temblorosa llena de ahínco y pundonor pero carente de afinación.
En un botecito de crema vacío, a penas tiene poco más de 30 pesos pasado el medio día. Sonriente sin esfuerzo, interrumpe la estrofa que canta cuando alguien deposita una moneda. “Dios te bendiga, muchas gracias”, dice claro, pausado y mirando a la persona que ya camina a prisa hacia para seguir su camino. Tiene una gorra de militar que le cubre el sol y sandalias azules. Frente a él, una bocina negra de dónde sale su voz es lo más preciado junto al micrófono, que no suelta para nada. Cantar, su hobby, se ha convertido en su medio de subsistir. Afable para charlar, se retrae si hay que hablar de su familia.

En México, existen más de 10 millones de adultos mayores de 60 años –el 55% son mujeres-, según el Perfil Sociodemográfico de Adultos Mayores, último estudio realizado al respecto por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en 2010; cifra que se duplicó en 20 años desde 1990 debido a la mayor esperanza de vida que se tiene en el país. Convertida en un sector vulnerable, poco más del 67% no son activos económicamente, provocando un serio problema al que no se le ha dado total solución.

Del total de adultos inactivos económicamente, Aguascalientes ocupó, en este último censo, el tercer lugar con más adultos mayores en esta precaria condición con solo 27% de adultos mayores de 60 años activos en materia económica. Un rasgo que se puede ver (y escuchar como el caso de Pablo)  a simple vista en el primer cuadro de la ciudad capital, donde viejitos pidiendo limosna de a poco se han convertido en parte del paisaje urbano.

Lejos del impulso melódico de Pablo, Don Salvador llega todos los días por la mañana a las afueras de las oficinas del Congreso del Estado en su silla de ruedas modificada por el mismo y los suyos. Allí, mientras el ritmo laboral de los transeúntes va y viene, él observa callado con sus ojos azulados como tratando de no perturbar a nadie. Para evitar el desgaste, usa un gorro con la leyenda: UNA CARIDAD POR FAVOR en rojo. “Ya con esto estoy diciendo todo, ¿no?”, dice risueño.

Abrigado y de barba amplia, asegura que mucha gente se porta bien con él y hasta le tiende la mano con alguna moneda. “Pero hay otra que no, ¡hasta me han escupido!”, dice con tono de resignación. “No sé por qué lo hacen, si yo no le hago nada a nadie, ni hablo siquiera”, afirma apuntado al gorro. Salvador tiene 69 años, además de diabetes, incapacidad para mover sus piernas y un tumor en la cabeza. Su familia, compuesta por tres hijos “ya grandecitos” y su esposa, se mantiene unida, aunque esto no es garantía de una vida mejor para él.

En el país, el 8% del total de la población no activa económicamente de adultos mayores de 60 años, tiene una limitación física o mental que le impide trabajar o acceder a un puesto laboral, como es el caso de don Chava, quien asegura ha intentado solicitar trabajo sin que haya obtenido éxito hasta el momento. “Lo de mis hijos es para ellos. No sé si a su madre le den dinero, pero a mí no. Yo ya no tengo nada que ver allí”, asegura resignado.

Incapaz de trabajar por sus limitaciones físicas, asegura que no cuenta con el seguro social y que nunca ha sabido cuánto recibe por parte del seguro popular –único apoyo federal que hasta el momento recibe- debido a que son sus hijos quienes se encargan de retirar los apoyos periódicamente. Como Pablo, Salvador también forma parte del paisaje urbano, principalmente por su ubicación. Es normal que trabajadores del recinto gubernamental lo saluden de lejos.

De constante buen humor y de palabra fácil, deja de lado los malos ratos que aquellos que le escupen le han hecho pasar, quedándose con el apoyo que a veces le otorga la gente, incluidos los legisladores, en especial Oswaldo Rodriguez, diputado local de Movimiento a Ciudadano, quien le ha regalado alguna despensa y le paga siempre el recibo del agua, asegura Salvador hoy, a penas pasada la una de la tarde y con 35 pesos en un bote que está pegado a su silla de ruedas.

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