Si no eliges tú, lo harán por ti

Vigilia. Entre lo público, la razón y el juicio

Miguel Ángel Juárez Frías

juarezfrias@gmail.com

Siempre escribir es un acto de responsabilidad, por eso, siempre empeño el mayor esfuerzo para equilibrar la emoción y la objetividad. Agradezco de antemano a quienes me regalan el tesoro más preciado de la vida, que es el tiempo, y se dan el espacio para leer estas líneas.

A unos días de la elección del 1 de junio, les comparto que hoy no me preocupa que no sepamos por quién votar. Me preocupa que nos podamos acostumbrar a que eso no importe. A la indiferencia colectiva. A la narrativa de “no pasa nada, de todos modos es lo mismo”.

Fue frustrante el silencio que la norma electoral impuso sobre los candidatos y los volvió paisaje efímero en una contienda sin contienda, en esta campaña sin campaña.

He de reconocer que así lo quieren, los que pensaron en esta simulación, para que el día de mañana la justicia se administre: en el mejor de los casos, desde las oficinas de palacio; en el peor, desde los escritorios del partido político en turno; o ya en la ignominia jurisdiccional, desde el despacho del jefe de plaza del cártel protegido por el Estado.

Por eso escribo esto. Porque si no participamos y dejamos que otros decidan, ¿cómo reclamar después?

Por primera vez, la ciudadanía podrá elegir directamente a quienes habrán de impartir justicia: ministros, magistrados, jueces. A nivel federal unos, estatal otros. Más de 90 cargos judiciales estarán en disputa.

Podría parecer un paso histórico hacia una democracia más participativa, pero el proceso, lejos de empoderar, ha resultado en una elección judicial sin voz, sin oídos y sin alma democrática.

Se presume participación, pero no hubo campaña. Se presume transparencia, pero no existió visibilidad. Se llama al voto, pero no existen garantías mínimas de legalidad, objetividad, imparcialidad, y ya ni qué decir, de independencia.

Los candidatos no pudieron hablar, no pudieron exponerse, no pudieron defender sus perfiles ante la ciudadanía. Estuvieron atados por reglas que convirtieron esta elección en un acto mudo.

Frente a este espectáculo, desde el poder se normaliza la indiferencia y se prepara el festejo anticipado. Un 7 o 9 por ciento de participación se anuncia como escenario probable, y cualquier punto adicional se venderá como victoria del “pueblo sabio”.

La estrategia es simple: anticipar lo peor para que cualquier mediocridad luzca como un éxito, y dé pie a un lunes 2 de junio envuelto en júbilo desde el escenario del teatro y el atril del adoctrinamiento matutino.

Grotesco, burdo, como si la legitimidad pudiera suplirse. Como si ondear una bandera populista bastara para honrar la justicia.

Quienes conocen la historia saben reconocer las señales: antes se rellenaban actas, ahora existirán “otros datos”; antes se embarazaban urnas, ahora se ocultarán resultados; antes eran mapaches, ahora operadores digitales con bots para el trending topic. Y ante el caos poselectoral, igual, alguien podrá “pedir explicaciones”, como si eso bastara.

Las formas cambian, pero el fondo permanece: se decide en la oscuridad, se ejecuta en silencio, se festeja con cinismo.

Y quienes hemos visto otros procesos sabemos reconocer el truco. Porque en este país ya no se necesita ni simular competencia, basta con el grito mañanero para orientar y festejar con el pueblo.

Aun así, no estoy dispuesto a ceder mi dignidad. Ni sucumbiré al canto de la abstención como recurso de reclamo.

Porque dentro de lo que dejaron escapar los tramposos, se erigen estoicos perfiles jurídicos dignos de reconocer, de valorar, de apoyar. Sí. A pesar de la depurada antiética de los comités, se asoman muchos candidatos que merecen nuestra confianza y nuestro voto.

Así que sí hay opciones. Con lo que hay, salgamos a votar y disminuyamos la brecha hacia la trama escrita de lo incorrecto, de lo desleal, de lo antidemocrático. Todavía hay rendijas por donde aún entra luz.

Cuando acudamos a votar, hagámoslo por uno, por dos números, por tres o más. Cada quien lo sabrá y lo reflexionará. Pero hagámoslo con la conciencia de que cada espacio en blanco que dejemos, y cada boleta no llenada, es una puerta abierta para que alguien más decida por ti.

Marca y pon el número de quien decidas que es la mejor opción para impartir justicia.

Tacha lo que no elijas.

No dejes tu boleta vacía. Ni al azar. Ni al abuso.

Porque al ejercer este derecho y esta obligación acotamos los márgenes de la manipulación, de la discrecionalidad, de la impunidad.

Este sistema está mal diseñado. Sí. Pero tu abstención no lo va a corregir. Votar, en este caso, no es legitimar. Es el mínimo acto de defensa ciudadana ante lo que ya está en marcha.

Así es que infórmate. Todavía es tiempo. Date la oportunidad de conocer los perfiles y elegir lo mejor.

Está el portal oficial del Instituto Estatal Electoral (IEE) en su micrositio: “Conóceles” para información de candidaturas estatales: https://conoceles.ieeags.mx/. Además el portal del INE para candidaturas federales: https://candidaturaspoderjudicial.ine.mx/

No votes en la oscuridad. No permitas que te roben también la justicia. Porque quien no vota por su juez, renuncia al derecho a exigir justicia. Porque participar es adquirir el derecho a la demanda ciudadana.

Después, como siempre, ya será tarde para reclamar.

Nos leemos la siguiente.