Se necesitan más avances en la cultura de la bici: Bicicalidos

Benjamin Galaviz

Aguascalientes, Ags.- Esa nueva camada de políticos, algunos de ellos ya curtidos en batallas sociales, le están dando un aire fresco a la cosa pública, al menos en el congreso y municipio se ven los primeros destellos de esas nuevas maneras (al menos en la intención) de la forma de desplazarse a sus obligaciones. Hoy en día en Europa Alcaldes y parlamentarios que se desplazan en bicicleta o en transporte público, rompen con una generación de políticos dependientes de sus coches oficiales para hacer cualquier desplazamiento, los nuestros, nuestros políticos le lanzan un guiño a la bicicleta, Como guiño se vale, pero los guiños nunca son suficientes, lo que vale es la mirada, la perspectiva y las actitudes valientes mantenidas en el tiempo. De ahí manarán las actuaciones definidas y decididas que busquen cambiar de escenario, que asuman riesgos, que planteen nuevos retos y que trabajen por conseguirlos. Porque lo fácil es la pose, regalarse unas declaraciones para la galería y hacer posibilismo con etiqueta renovadora.

Ahora es el momento de ser exigentes con los que dicen que pueden cambiar las cosas, ahora es el momento de no conformarse con que el político de turno haga declaraciones con una bicicleta y una sonrisa, ahora es el momento de demandar apuestas atrevidas que vayan más allá de habilitar algunas calles más para bicis y peatones. Ahora es el momento de poner en aprietos al uso desmedido y abusivo del coche esto no se puede quedar solo en buenas intenciones.                                          

Hacer fácil lo que ahora mismo resulta difícil. Ese es el gran reto al que nos enfrentamos en este punto de inflexión en el que nos encontramos en los asuntos de la movilidad no motorizada. Hasta ahora todo ha sido poner facilidades a los desplazamientos de vehículos pesados por dentro y fuera de nuestras ciudades. Coches, camiones, autobuses… todos tenían que llegar a todas partes. Si para ello había que hacer la vida imposible a todos los demás, no se dudaba ni un segundo. Así se ha ido pervirtiendo el uso del espacio público que, en tan sólo unas décadas, ha pasado de ser el espacio común a ser un espacio al servicio de los automóviles. Y el resto de otras opciones de movilidad han quedado relegados a un papel secundario que ahora queremos recuperar. Para ello el reto tiene una doble vertiente, que no se puede afrontar de manera parcial o unilateral: sólo se podrá dar facilidades a las otras alternativas de movilidad no motorizadas poniendo dificultades al tránsito y estacionamientos de los autos.

Si no trabajamos desde esta óptica podemos caer en la tentación de hacer políticas timoratas, apocadas, que se reduzcan a ingeniar unos cuantos kilómetros de ciclovias ineficientes y dar la ilusión mediática de que se logran cambios importantes, cuando, en términos generales, se mantienen las mismas condiciones básicas de circulación orientada al tráfico motorizado.

No basta, en esta línea de trabajo, con hacer los centros urbanos peatonales, no basta, tampoco, con implantar una red de carriles bici más o menos densa, ya que, mientras no se deje claro que lo que se persigue es incomodar el tráfico de vehículos a motor, no se actúe sobre él y no se explique claramente cuál es el beneficio que ello conlleva para la sostenibilidad y la mejora de la calidad de la vida urbana, todo se quedará en intentos voluntariosos pero marginales. 

Aquí sí que vale tratar de importar experiencias y aquí sí que vale mirar a otros sitios para ver cómo lo han hecho, porque esto aporta una visión de conjunto de la movilidad, que la simple promoción de carriles bici, parques urbanos, peatonalizaciones, estacionamientos masivos para bicicletas o cosas por el estilo no aportan, porque se quedan cojas si no forman parte de una estrategia que trate de cambiar todo el sistema de movilidad de una comunidad.

El problema es que esas opciones, básicamente caminar y andar en bici, que deberían ser las más naturales y las más fáciles de ejercer, se han ido convirtiendo en pequeños (o no tan pequeños) retos debido al condicionamiento formidable que supone el ordenamiento de la ciudad al servicio de vehículos pesados y que circulan a velocidades importantes y con los cuales la convivencia, en las condiciones actuales, se plantea cuando menos difícil.

Es por eso que hay que plantearse, más ahora que llegan nuevos turnos políticos, cómo darle la vuelta a esta situación y cambiar las formas poniendo el objetivo en favorecer a los ciudadanos que optan por moverse de la manera más ecológica posible.

La primera labor en este camino hacia una nueva manera de entender la movilidad es permitir pasos francos y dignos a través de las mayores barreras que se han construido contra los que optaban por moverse sin motor: las calles avenidas y las autopistas urbanas. Estas infraestructuras hechas en la época dorada del automóvil han supuesto las mayores dificultades para el resto de modos de movilidad, tanto porque excluían de facto a todo el que no fuera motorizado, por su sección, su estructura, su capacidad y las velocidades medias de circulación que promocionaban, sino que se han convertido en fronteras infranqueables y han fracturado la continuidad de muchos itinerarios peatonales y/o ciclistas.

Hay que pensar cómo habilitar pasos de calidad, conectivos y agradables que faciliten el paso a través de estas autovías para garantizar el tránsito de los no motorizados, lo que hay que perseguir, más que una red más o menos dispersa y más o menos exclusiva para cada medio de transporte, es garantizar la accesibilidad segura y la conectividad directa de los distintos modos. Y aquí la bicicleta no va a necesitar en muchos casos de la construcción de vías exclusivas, sino de adaptar y aprovechar corredores que cumplan los requisitos exigibles para que su tránsito sea ágil, amable y seguro.

Esto habrá de hacerse, en muchos casos, en detrimento de las facilidades que se han dado a los coches y, en muchos otros, aprovechando o mejorando rutas que habrá que compartir con los peatones, siempre garantizando el mutuo respeto entre ambos modos, cosa que sólo se consigue con anchuras suficientes o con separación de vías cuando la velocidad relativa o la densidad de usuarios lo justifique. Así acabaremos valorando los medios deseables y entre ellos la bicicleta en términos de eficiencia real y no tanto de su mera posibilidad de uso. Porque posibilitar el uso de un medio de transporte en condiciones penosas es condenarlo a una utilización minoritaria, sólo reservada para usuarios convencidos, excluyendo al resto de usuarios potenciales.

Sólo si es posible circular y estacionarla en plenas condiciones de transporte y seguridad, la bicicleta podrá demostrar sus capacidades reales.