Regreso a clases con la variante Delta

Elda Cantú/NYT

Estantes vacíos de papel higiénico. Abuelos y nietos separados por un cristal, con las manos pegadas a un lado y otro de una ventana. Funerales por Zoom.

De todas las escenas disparatadas y conmovedoras que hemos visto en la pandemia tal vez la que tenga más consecuencias a largo plazo es la de las aulas vacías.

¿Alguien imaginó a una legión de niños y, más aún, de adolescentes de todo el mundo clamando por ir a la escuela? ¿Y a padres, gobernantes y maestros diciéndoles que es peligroso?

Durante meses, el debate y la inquietud han girado en torno a la posibilidad de que los niños contagien y propaguen el virus a los mayores a su alrededor, como profesores y abuelos u otros cuidadores en situación vulnerable.

Sin embargo, en los últimos meses, los médicos han visto el aumento de infecciones de covid en niños y adolescentes. En parte, los expertos lo atribuyen a que la variante delta es mucho más contagiosa que las versiones anteriores del virus. Pero también a que la mayoría de niños y adolescentes aún no están vacunados.

Los doctores indican que gran parte de los menores que contraen el virus no enferman de gravedad, pero han notado que con la variante delta se produjo un preocupante incremento en las hospitalizaciones pediátricas en Estados Unidos.

Además, ahora que hay más niños y adolescentes que se recuperaron tras contraer el coronavirus, estamos empezando a comprender sus consecuencias a mediano y largo plazo. De modo parecido a los adultos que sufren de covid prolongada, algunos menores están lidiando con secuelas neurológicas y físicas.

Este inquietante reportaje muestra la angustia de algunos chicos que desean recuperar su vida normal: “No soy un tipo que se tire al drama, pero esto me ha hecho preocuparme más”, comentó un muchacho de 15 años. “Mi idea de la COVID-19 antes de padecerla era: ‘Sabes qué, si me enfermo, me recupero y tendré los anticuerpos y estaré bien’. Pero, por Dios, no quiero volver a pasar por eso nunca. Nunca”.

La buena noticia (sí, hay una buena noticia) es que podemos proteger activamente a los niños y adolescentes sin tenerlos encerrados. Unos expertos de la Universidad de Duke han estudiado a más de un millón de niños en Carolina del Norte en el último año y su recomendación es inequívoca: mientras no podamos vacunar a los más pequeños, el uso estricto y generalizado de cubrebocas es la alternativa más efectiva.