Recuerdan a El Santo como padre amoroso y dulce abuelo

La Jornada

CDMX.- El centenario del natalicio de Rodolfo Guzmán Huerta, mejor conocido como El Santo, se celebró el pasado 23 de septiembre. Su hijo Alejandro y su nieto Áxel, El Heredero de Plata, rompen algunos mitos sobre el luchador y actor mexicano, además de revelar emotivos momentos que pasaron junto a él.

Pese al tiempo transcurrido, hablar hoy del Enmascarado de Plata es referirse a una leyenda viva, pues basta echar un vistazo a la televisión para toparse con algunas de las 52 películas que filmó, en tanto que decir su nombre trae a la mente a este personaje de máscara plateada y mallas blancas.

El Santo transita entre varias generaciones y suma mitos en torno a su figura, pues hay quienes aseguran que la plateada máscara tenía poderes y otros aseveran que nunca se la quitó porque tenía múltiples cicatrices que daban cuenta de su paso por el ring.

Tanto su hijo como su nieto ríen ante estas hipótesis, que mantienen al luchador en la cultura popular como uno de los personajes más queridos para los mexicanos.

Hijos y cómplices

–¿Quién era el hombre detrás de la máscara?

–Pues para mí era mi padre, un hombre preocupado por su familia, amoroso a su manera, cuyo único misterio era su identidad.

Sus 10 hijos fueron cómplices del luchador-héroe, al guardar celosamente el secreto y convertirlo en un agente viajero ante los ojos de sus conocidos.

Cuando nos cambiamos de casa a Churubusco, en el sur de la Ciudad de México, llegué a sufrir acoso cuando algunos niños se enteraron quién era mi padre; sin embargo, no hice caso, recuerda Alejandro sentado en la sala de su hogar, donde aún guarda la última máscara que utilizó su progenitor.

Con una velada sonrisa, el entrevistado asegura que él y su padre siempre fueron muy unidos, desde antes de que se convirtiera en leyenda. Tengo muy presente cuando salíamos a comprar mis útiles y uniformes escolares.

Con el tiempo, esta relación se hizo más estrecha, incluso llegó a trabajar como su doble de acción en algunas escenas de películas; yo manejaba el convertible en las películas y me ponía la máscara.

Él no siguió sus pasos en el entarimado por deseos de su padre, aunque con el tiempo cambió de opinión y lo animó a subir al cuadrilátero, lo cual no fue posible, pues Alejandro sentía que ya no era el momento.

Sin embargo, las aventuras compartidas fueron muchas: “A veces llegábamos al restaurante y nos sentábamos en mesas separadas, para evitar que la gente lo reconociera.

En ese entonces pensábamos que era absurdo, pero en una ocasión fuimos a la playa en Acapulco y mi madre le dijo que se sentara a la orilla del mar; él no quería, pero lo hizo. Un pequeño de los que venden por ahí lo observaba fijamente, lo que hizo que mi padre se fuera, relató.

“Como a los 10 minutos regresó el niño con otros y nos preguntaba: ‘¿dónde está El Santo?’ Aunque le decíamos que estaba equivocado, él nos contestaba que lo había reconocido por sus manos y ombligo, ya que lo había visto luchar en una arena”, añadió.

Por situaciones como la referida, el luchador siempre fue muy precavido, incluso había otros compañeros que nunca lo conocieron a pesar de trabajar con él, afirmó el más pequeño de sus hijos, quien no puede ocultar un halo de tristeza, pues le es difícil hablar de momentos tan personales con sus padres.

“Él nos quería mucho y mi madre era su adoración; estuvieron juntos por 42 años, por eso, cuando ella murió, supe que él también lo haría. Tres años después falleció, tras dar una función en el teatro Blanquita, el 5 de febrero de 1984.

Yo había hablado con él ese día y después me avisaron que estaba mal, pero ya estaba muerto. Así que decidí cambiarle la máscara y quedarme con este recuerdo de él, rememoró.

Rodolfo Guzmán fue una persona excepcional no sólo con su familia, sino también con la gente que lo rodeaba; de ahí que muchos lo apreciaran, incluso sus compañeras de cine como las actrices Sasha Montenegro, Rossy Mendoza y Lorena Velázquez.

Axel, nieto mayor de El Santo, quien decidió continuar con su legado, lo describe como un tierno abuelo, que lo consentía.

Recuerdo una vez que desayunando juntos, a pesar de tener personas a su servicio, decidió atenderme él mismo y enfriar mi chocolate. Él lo hacía con gusto; eso lo tengo muy presente, como si hubiera sido ayer, comentó El Heredero de Plata.

¡Papi Rudi! es el nombre con el que cariñosamente Axel se refiere al héroe de la pantalla grande, quien en los cuadriláteros era un aguerrido contrincante, mientras en su casa era un dulce abuelo que solía corretearlo hasta alcanzarlo para hacerle trompetillas en el estómago.

Me acuerdo mucho de mi abuelo y no sólo porque está próximo su centenario de nacimiento, sino porque era una persona dulce que incluso no le importaba que entrara a su oficina, que era como un gran museo y mantenía resguardada de las miradas de extraños, recordó.

Axel aún evoca que él no pudo guardar el secreto en su infancia sobre quién era su abuelo, y aunque los niños no creían en su palabra, el tiempo y un póster con una dedicatoria especial corroboraron su historia.

Lo vi en una de sus peleas de despedida y eso me marcó. Ahí supe que deseaba ser luchador, pero también sé que ser parte de esta leyenda es un gran compromiso, porque él fue una persona honorable y ese es nuestro legado, concluyó El Heredero de Plata.