Mira cuando será el pico más alto de Ómicron

Jeffrey Shaman / NYT

La variante ómicron está propagándose ampliamente e infectando a muchas personas, incluyendo a los vacunados y a quienes ya habían contraído el virus. Aunque el alza de casos ha sido la norma durante los últimos dos años, hay indicaciones claras de que esta ola será bastante diferente a las anteriores.

El número récord de casos en Estados Unidos y el mundo se debe en gran medida a que la variante ómicron es más contagiosa que otras y tiene una mayor capacidad para evadir la inmunidad e infectar. Al mismo tiempo, las primeras evidencias señalan que es menos común que las personas infectadas con la variante ómicron enfermen de gravedad y necesiten ir al hospital. Esto tiene implicaciones importantes para estimar cuán disruptiva será dicha variante en términos de muertes, hospitalizaciones e interrupciones laborales y escolares.

Para evaluar la carga futura de una variante como ómicron, los epidemiólogos solemos recurrir a la elaboración de modelos matemáticos y proyecciones. La idea es usar una representación creada por computadora de cómo se propaga el virus para simular posibles resultados futuros.

Es importante que los modeladores exploren las incógnitas que rodean a la COVID-19. Por ejemplo, las pruebas indican que la variante ómicron es más transmisible que la delta, pero ¿qué tanto? Al incorporar las incertidumbres a nuestros modelos, no nos limitamos a proyectar un único resultado. Más bien, creamos una distribución de resultados, muy parecida al cono de incertidumbre que se utiliza para predecir la llegada a tierra de un huracán.

Proyectar la carga de la COVID-19 también es más difícil ahora debido a las fiestas de diciembre. La información de los casos suele retrasarse durante las dos semanas que comienzan poco antes de Navidad hasta poco después del Año Nuevo. Por consiguiente, las cifras de casos reportados podrían dar una impresión engañosa a corto plazo de un aumento pronunciado de casos, o incluso de un descenso.

Todas estas cuestiones crean incertidumbre y limitan hasta dónde podemos proyectar de manera confiable la carga de ómicron. Mi opinión es que entre cuatro y seis semanas es lo más lejos que los modeladores deberían proyectar por norma.

¿Qué ve mi equipo para enero de 2022?

Nuestros modelos proyectan que es probable que Estados Unidos documente más casos de COVID-19 en enero que en cualquier mes anterior de la pandemia, pero una fracción menor de esos casos requerirá hospitalización. El hecho de que los hospitales se saturen más o menos que en enero de 2021 dependerá del número de casos y de su gravedad. Por ejemplo, si se infectan el doble de personas, pero estas tienen la mitad de probabilidades de ser hospitalizadas, la demanda de camas de hospital será la misma. Este cálculo también se aplica a las muertes estimadas a causa del virus, así como a las interrupciones previstas en la fuerza laboral.

Nuestras proyecciones indican un aumento rápido de los casos a nivel nacional que alcanza cifras récord durante las primeras tres semanas de enero. ¿Cuántos? Nuestra proyección media arroja cinco millones de casos durante la peor semana, pero oscila entre tres millones y más de ocho millones de casos. Además, las estimaciones varían según el lugar. Se prevé que la ciudad de Nueva York alcance su punto álgido durante la primera semana de enero, mientras que otros lugares lo harán más tarde.

Conforme avanza enero, será importante vigilar si el aumento pronunciado de casos de la variante ómicron va seguido de un descenso rápido, como se vio en Sudáfrica. Esto haría que la ola de ómicron fuera intensa, pero de corta duración. Sin embargo, no está garantizado que haya un descenso rápido. Sudáfrica tiene una población más joven en comparación con la de Estados Unidos, y es más probable que los jóvenes tengan infecciones leves y no detectadas. Además, Sudáfrica se encuentra en verano, lo que es menos favorable para la transmisión del virus.

Será fundamental observar otros países, como el Reino Unido, cuya demografía es más parecida a la de Estados Unidos y también está en invierno. Si el Reino Unido también experimenta un descenso rápido de casos, tal vez sea un buen augurio para Estados Unidos.

Las repercusiones de la ola de ómicron en las hospitalizaciones y muertes en este país son aún menos claras. Aunque la variante ómicron está causando un número récord de infecciones, se espera que las vacunas, las dosis de refuerzo y las infecciones previas por otras variantes sigan protegiendo a la mayoría de las personas de los peores efectos del virus. La evidencia preliminar apoya esta conclusión. No obstante, esta variante podría afectar mucho nuestra vida cotidiana de otras formas: si los docentes dan positivo y las escuelas pasan a clases a distancia; si los vuelos, el metro y los autobuses se interrumpen por falta de trabajadores, o si las cirugías electivas se posponen por falta de personal.

¿Qué ocurrirá después de enero? Todavía no conocemos el destino final del SARS-CoV-2 y todas sus variantes. La carga futura de la COVID-19 dependerá en gran medida de si siguen surgiendo variantes altamente transmisibles capaces de eludir la inmunidad preexistente, como la ómicron.

Si surgen nuevas variantes aproximadamente dos veces al año, por ejemplo, entonces habría que esperar que haya varios brotes cada año, incluso en verano. Si estas variantes surgen con menos frecuencia, entonces los brotes podrían producirse cada año o incluso con menos frecuencia. La gravedad de estos brotes dependerá de las características de esas nuevas variantes y de si las infecciones previas, la vacunación y los nuevos medicamentos pueden mantener a las personas con un menor riesgo de enfermedad grave.

Las secuelas a largo plazo de la variante ómicron siguen siendo desconocidas, pero a corto plazo, todo el mundo debería esperar un mes intenso de trastornos. Aun así, el consejo que ya todos conocemos sigue siendo el mejor: vacunarse, ponerse las dosis de refuerzo y prepararse para un enero complicado.

Jeffrey Shaman (@ShamanJeffrey) es modelador de enfermedades infecciosas y epidemiólogo del Departamento de Ciencias de la Salud Ambiental en la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad Columbia. Su equipo construyó uno de los primeros modelos de COVID-19. También es director del Programa de Clima y Salud, decano asociado de la Facultad del Clima y presidente de la facultad del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia.