“Los que dicen que el homosexual es un enfermo son los que están enfermos”: Raúl Vera, obispo de Saltillo

Redacción

CDMX.- Hace un par de años, en los meses previos a la visita del papa Francisco a México, Raúl Vera, obispo de Saltillo, quien es conocido por su inclinación a predicar una Iglesia con marcado acento social y por romper cierta ortodoxia de los dogmas católicos, concedió una entrevista al diario español El País.

Entonces, como ahora, había una ofensiva encabezada por agrupaciones civiles conservadoras y la jerarquía eclesiástica afín a ella. La entrevista, realizada en julio de 2014, adquiere actualidad luego de la marcha convocada por los grupos que se integran en el autodenominado Frente Nacional por la Familia, que buscan obstaculizar y echar abajo la iniciativa presidencial enviada al Congreso mediante la cual se reconoce el derecho de las personas del mismo sexo a contraer matrimonio y a adoptar.

Reproducimos los fragmentos en el que Raúl Vera habla de ello:

Pregunta. ¿Qué le aconsejaría visitar al Papa cuando venga a México?
Respuesta. Pues para empezar, que conociera la ruta de los migrantes. También le haría visitar una cárcel, porque a él le gusta ir a las cárceles; lo llevaría a los suburbios de una ciudad grande, porque él dice que tenemos que ir a la periferia. Le organizaría una visita de acuerdo con lo que él está pidiéndonos que atendamos. Y haría que quienes estén en primera fila sean los indígenas, sean los pobres…, porque eso no se hace, poner delante a los pobres…

P. Hace poco bautizó a la hija de una pareja lesbiana. ¿Qué piensa de la homosexualidad?
R. La homosexualidad, ay… es un tema al que nos hemos negado. Los que dicen que el homosexual es un enfermo, son los que están enfermos. Tengo un amigo que fue sacerdote y que es homosexual. Él dice que no reconocer a los homosexuales es como medir por las normas del rugby a los que juegan al fútbol, y luego decirles además que están violando las normas. La Iglesia tiene que acercarse a ellos no con condenas, sino con diálogo. No podemos anular toda la riqueza de una persona solamente por su preferencia sexual. Eso es enfermizo, eso es no tener corazón, es no tener sentido común.

P. ¿Y con el aborto no pasa lo mismo?
R. En el aborto pienso como piensa la Iglesia, que eso es un asesinato. Las diferencias están en cómo se trate, cómo se penalice. El aborto, como el matrimonio entre los homosexuales, nos ha servido de subterfugio para decir que tenemos moral en la Iglesia. Pero no somos capaces de defender los derechos de los obreros. Es muy fácil ir contra una mujer abortista, no tiene problema y además nos apoya la ultraderecha conservadora. Mire, aquí hubo una campaña nacional contra el aborto, a favor de la vida. ¿Y yo qué hice? Organizar rosarios por todo el pueblo para meditar sobre la defensa de la vida de los migrantes, la defensa de la vida de los mineros, la defensa de la vida de las mujeres y la defensa de la vida del no nacido. Pero somos unos hipócritas… Parecería que las únicas reglas morales fueran condenar a los matrimonios homosexuales, condenar a las abortistas. Y ya con eso, ya somos cristianos perfectos.

P. ¿Legalizaría la prostitución?
R. No, eso sería legalizar la explotación femenina. Yo creo en la dignidad de las mujeres. La prostituta es una mujer sumamente dañada, pero jamás debe perder su dignidad y el derecho al respeto. Estamos llegando a límites espantosos en el fenómeno de la trata y la explotación.

P. ¿Es usted socialista?
R. No me considero socialista. No he leído a Marx, no he militado en el socialismo, y nunca me gustó la tesis de la conversión en dictadura. Todos tenemos los mismos derechos y la misma dignidad, pero también tenemos libertad. Ahora bien, nunca he apoyado los métodos del capitalismo, Dios me libre. El verdadero sentido de la vida es la comunidad, el cuidado de los débiles y la participación en los bienes de la tierra por igual. Todo eso lo he aprendido del mundo indígena, de los pobres y los campesinos. Ellos me han enseñado el valor de la vida humana y también su capacidad para la alegría. Ellos me han enseñado a reír.