Gilberto Valadez
Aguascalientes, Ags.- Una canción de la banda española Héroes del Silencio resuena en las bocinas, mientras un mesero lleva una botella de vidrio con cerveza oscura hasta una pequeña mesa de madera en forma redonda, el olor a humedad es notorio, mientras los pies femeninos de una chica están a punto de tropezar con sus elevados tacones de 15 centímetros que dificultan su andar. Parece una noche habitual en uno de los antros de la zona de tolerancia de la ciudad. Y lo es, pero para los tiempos actuales.
“Ya dejó de venir mucha gente. Hoy está un poco más animado que la semana pasada”, confiesa el mesero, mientras destapa la botella de cerveza, quien refiere que desde la pandemia sanitaria, todos los negocios de la zona de tolerancia desplomaron su asistencia.
Con todo, el predio conocido como Las Violetas permanece como un lunar en el rostro conservador de la ciudad y que hace dos décadas llegó a registrar la operación de más de una veintena de sitios, aún se mantiene a flote.
Doble moral
Pese a su conservadurismo, la ciudad de Aguascalientes no escapó al ejercicio de la prostitución. En el siglo pasado, esto tuvo registro por calles solitarias de la zona centro, o en el área donde hoy se ubica la zona habitacional Ojo de Agua.
Debido al crecimiento urbano, para la década de los ochenta del siglo pasado, se abrió un espacio en el predio de Las Violetas, al sur de la ciudad que cobró fuerza merced a la proliferación de cabarets nocturnos. Pese a su distancia territorial de la mancha urbana, esto no frenó la asistencia de clientes.
Una crónica del diario La Jornada, publicada en enero de 2014, detalló que aquel tiempo había 22 establecimientos, más de 300 sexoservidoras quienes congregaban hasta dos mil clientes en fines de semana.
Pero la bonanza económica no duraría para siempre.
El solitario
“¡Pásale, carnal! ¡Checa nomas el ambiente!”, dice un varón de mediana edad que literalmente acarrea a los parroquianos que arriban a la zona, para invitarles a determinado antro. Algunos clientes acceden, otros deambulan sin rumbo y los menos parece que ya venían con una opción elegida.
Las Violetas es un predio con caseta de vigilancia, tiene una calle principal y dos arterias secundarias en donde se ubican los establecimientos. Las meretrices no pululan en el exterior, permanecen dentro de los antros; si acaso eventualmente se asoman por el umbral del acceso del bar. Por la calle principal hay algunos autos particulares estacionados, lo que hace años no se permitía.
El pavimento, por cierto, se encuentra encharcado, debido a la intensa lluvia de noviembre del fin de semana. La temperatura desciende, mientras se acerca la hora del amanecer. En una esquina de la calle principal puede olerse que alguien está fumando marihuana.
Algunos negocios no sólo padecen afluencia de clientes, otros tienen contadas sexoservidoras quienes revisan su teléfono celular, en espera de que alguien se acerque.
Algunas de plano se retiran después de las tres de la madrugada, hacia el estacionamiento exterior. Pero no tienen carro, marcan al servicio de Uber cuyos autos no acceden por el estacionamiento, sino por un terreno aledaño en donde los taxis también escasean.
“¿No tras un cigarro?”, le pregunta una joven veinteañera al vigilante de la caseta.
Contagio
La pandemia sanitaria obligó a la cancelación de actividades públicas. Desde cuestiones elementales como clases de enseñanza básica en escuelas, pasando por espectáculos deportivos y, en el caso de Aguascalientes, hasta la Feria de San Marcos durante dos años consecutivos.
El suceso también golpeó a Las Violetas. El ayuntamiento capitalino emitió un decreto sanitario que obligó al cierre de los antros de la zona, el cual se mantuvo durante los años de 2020 y 2021. Dicho decreto fue levantado en las primeras semanas del 2022.
No obstante, esa situación tampoco derivó en una mejor inmediata. El 10 de febrero de 2022, David Ángeles Castañeda, entonces director del área de Reglamentos de la presidencia municipal, reveló que para esas fechas apenas estaban operando apenas cuatro sitios y con una asistencia mínima de meretrices, trabajadores y clientela.
Dos meses después, el propio Ángeles Castañeda refirió que el área de Reglamentos había recibido una petición de las meretrices para que les dejasen de cobrar los estudios que se les aplica para trabajar en los antros locales. Ello tras argumentar la baja asistencia que permeaba hasta inicios de abril.
– ¿De cuánto es el cobro?- se le preguntó entonces al funcionario.
– No es mucho, son 160 pesos lo que se les cobra cada vez que ingresan a la zona.
Durante la pandemia, Aguascalientes siguió manteniendo su perfil conservador. El 12 de febrero de 2021, el Congreso del Estado aprobó por mayoría la llamada Ley Provida que buscaba blindar la vida desde la fecundación, y la cual fue impulsada por el Frente Nacional de la Familia.
Zona Roja
La zona de tolerancia no ha escapado tampoco a la paulatina inseguridad que se asentó en la ciudad.
La madrugada del 26 de agosto de 2010, tres trabajadoras sexuales de la zona fallecieron por impactos de bala en uno de los caminos de terracería cercanos a Las Violetas.
Los cuerpos de las chicas, cuyas edades no pasaban de 25 años, fueron descubiertos por policías municipales, quienes habrían escuchado las detonaciones de arma de fuego.
Tras el suceso, emergieron diversas especulaciones y un hecho abonó a las dudas. Días después, el entonces director de Reglamentos del Municipio, Adrián Jiménez, informó que una de las muchachas asesinadas había dado positivo a un examen de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida.
Entonces, fuentes del ayuntamiento capitalino salieron a aclarar que ninguna sexoservidora tenía permiso para laborar, de ser portadora de cualquier enfermedad venérea y se anunció que habría una investigación al respecto. No obstante, el caso nunca fue aclarado.
Otras situaciones se enfocaron en abusos policiacos. En septiembre de 2017, la Comisión Estatal de Derechos Humanos recibió una queja del dueño del Bar Touch, denuncian presuntos excesos de parte de policías, estatales y municipales, además de personal del área de Reglamentos del Municipio contra clientes y personal del citado centro nocturno tras un operativo de revisión.
Las denuncias de abusos policíacos en Las Violetas tienen su historial. El 3 de noviembre de 2011 fueron detenidos seis elementos de la Policía Federal Preventiva, acusados de causar desmanes en uno de los cabarets de la zona, incluyendo haber golpeado a una de las chicas.
La nota roja continuaría vinculada a la zona. Para inicios de julio del pasado 2016, un mesero de uno de los bares fue apuñalado y se responsabilizó a una de las meretrices con quien sostenía una relación.
Negándose a morir
El número de antros ha incrementado en la zona. Ya no son los cuatro que sobrevivieron con apuros en la parte final de la pandemia, sin embargo están lejos de sus mejores tiempos. En el presente noviembre, apenas pueden contarse diez lugares que están en operación.
Con todo, hay quien sigue haciendo negocio. No sólo el pago de bebidas embriagantes o las propinas. También se pueden pagar privados con alguna chica en 170 pesos. No hay un motel propiamente dicho, pero algunos de los antros cuentan con habitaciones.
“Pásale, carnal. Tenemos cinco bailarinas en acción. Hoy también tenemos promoción”, insiste uno de los valets que pululan sobre la calle principal de la zona.
El interior del antro, con una pista con dos tubos para baile, asientos acolchonados y música a todo volumen, permanece vacío de parroquianos.
Despedida
Desde antes de la pandemia sanitaria, surgieron especulaciones acerca del futuro de Las Violetas. Anteriores administraciones municipales han manoseado la idea de ubicar la zona de tolerancia en otro sitio. Sin que nada de ello se concrete.
La propia mancha urbana parece alcanzar el lunar. Cada vez es más cercana la presencia de fraccionamientos habitacionales. Pero la prostitución abierta en calles de la ciudad, permanece como reglamento.
Fuera de los antros, Las Violetas no tiene otro tipo de negociaciones. Apenas un puesto informal de venta de burritos y agua sobre una mesa, al lado de la caseta de vigilancia. Donde tampoco hay mayor demanda de clientes.
“Sí, ya no es como antes”, reflexiona el joven que atiende en la mesa de los burritos.