La muerte de nuestro perro, tan difícil como la partida de un familiar

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Aquellas personas que nunca han tenido un can y ven cómo algún allegado llora la pérdida de su amada mascota, es probable que consideren que se trata de una exagerada reacción.

“No obstante, las personas que quieren a su perro saben la verdad: su mascota nunca es solo un perro“, explica el profesor de psicología Frank McAndrew, del Knox College (Estados Unidos).

Su estudio ha comprobado que para la mayoría de personas, la muerte de su perro es, en casi todos los sentidos, similar a la partida de un ser querido.

“Quizás si la gente se diera cuenta de lo fuerte e intensa que es la relación entre las personas y sus perros, el dolor (que su fallecimiento causa) sería aceptado más ampliamente”, afirma el científico, y añade que esto podría ayudar en gran medida a los dueños de los canes a admitir la muerte y continuar adelante.

Para comenzar, los perros se han tenido que adaptar a la vida con los humanos desde hace unos 10.000 años. Y qué bien lo han hecho: solo estos animales han evolucionado específicamente para ser nuestros amigos y compañeros.

El doctor Brian Hare, antropólogo estadounidense, propuso la “hipótesis de la domesticación” con el objetivo de explicar cómo los canes han evolucionado a partir de su conocido antepasado, el lobo gris, hasta llegar a transformarse en animales tan sociables que ahora interactuamos con ellos de la misma forma que lo hacemos con otras personas.

Probablemente una de las razones por la cual nuestro vínculo con los perros puede llegar a ser más estrecho y satisfactorio que con algunos seres humanos es que estas mascotas nos suministran una retroalimentación positiva incondicional, sin reproches.

Y esto no es fortuito. De forma selectiva los perros han sido criados durante generaciones para que presten atención a los humanos. A través de resonancias magnéticas los científicos han comprobado que los cerebros de los perros reaccionan a los elogios de sus dueños de manera tan enérgica como lo hacen ante la comida (y para algunos canes, los elogios son estímulos aún más eficaces que los alimentos). Los perros reconocen a la gente y pueden aprender a entender los estados emocionales de las personas según su expresión facial.

Las investigaciones científicas indican también que los perros son capaces de percibir las intenciones humanas, intentan ayudar a sus dueños e incluso evitan a las personas que no cooperan con sus propietarios o los tratan mal.

Con esto no es de extrañar que los humanos respondan a tal afecto, a esa desinteresada cooperación, a esa lealtad. Solo observar a estos animales puede provocar sonrisas a la gente y el bienestar de las personas que poseen perros es en promedio superior que el de aquellas que tienen gatos o ninguna mascota.

Igualmente, según el estudio, la muerte de un perro puede también perturbar significativamente la rutina diaria de su propietario, aún con más intensidad que la pérdida de algún familiar o amigo. Para los dueños, muchos de sus planes diarios, incluso con fines vacacionales, dependen de lo que sus mascotas necesiten.

El psicólogo Julie Axelrod ha indicado que la partida de un perro es demasiado dolorosa debido a que los dueños no solo están perdiendo una mascota. Este hecho significaría además perder una fuente de amor incondicional, un amigo fiel que brinda alegría y tranquilidad.