La importancia de atender la ansiedad en los adolescentes

Redacción

La ansiedad es una respuesta que todos los seres humanos poseemos y aparece cuando nuestro cerebro percibe una amenaza que pone en riesgo nuestra vida. Eso nos prepara para lo que pueda acontecer, buscando soluciones que nos pongan a salvo.

El conflicto surge cuando nuestro cerebro dispara las alarmas y sentimos palpitaciones, sudor, ahogo e incluso pánico. Estos síntomas paralizan y crean un mundo amenazante en situaciones cotidianas, que interpretamos como un peligro real.

El temor, junto a otras emociones, tiene un valor preventivo importante ante un posible daño que podamos sufrir. Pero cuando esta emoción se activa, es tan fuerte que puede prevalecer sobre otras funciones neurofisiológicas, emocionales o cognitivas y por esta razón la reconocemos e interiorizamos.

Para muchas personas, las relaciones sociales cotidianas son un martirio y las viven con gran malestar, especialmente cuando se trata de adolescentes con ansiedad social. Mientras los demás pueden disfrutar y aprender de una conversación en grupo, para ellos puede convertirse en un reto difícil o imposible de realizar.

La fobia social suele comenzar en la adolescencia, y supone un temor irracional a la evaluación negativa por parte de los demás. La conducta de evitación puede ocasionar una reducción de la libertad personal, un aislamiento social y una soledad impuesta casi total.

En la infancia, los estados de ansiedad son cada vez más frecuentes y muchos niños y preadolescentes parecen enfrentarse a problemas serios y aparentemente infranqueables. Según el informe del Instituto de la Mente Infantil (Child Mind Institute), los trastornos de ansiedad en la infancia y la adolescencia son los más habituales en todo el mundo y cifra en aproximadamente 117 millones los niños y adolescentes de todo el mundo que han sufrido un trastorno de ansiedad.

El problema no suele resultar fácil de detectar ya que, tanto en niños como en adolescentes, se oculta bajo otros comportamientos o problemas médicos. Algunos muestran su vulnerabilidad con un temor desproporcionado, con dolor físico o con la evitación de situaciones, mientras que otros reaccionan con mayor inquietud, hostilidad u oposición.

En el caso particular de los adolescentes, sus dificultades se atribuyen con frecuencia a una falta de madurez, o se tiende a banalizar sus malestares como una timidez. Esta interpretación resta importancia a la gravedad de los síntomas que pueden estar experimentando y dejar pasar un tiempo muy valioso en el cual se puede tratar de forma eficaz un problema que, de no tratarse, tendrá mayores consecuencias negativas en la vida adulta.

Los adolescentes con ansiedad social muchas veces desconocen o no reconocen lo que les ocurre, pero tienen muy claras sus limitaciones y lo que no se ven capaces de hacer. Se refieren a sí mismos como torpes, con dificultad para hablar con los demás. Refieren sentimiento de soledad, pocos amigos, pérdida de oportunidades y autoestima muy baja ante la frustración que les supone el hecho de ver que sus ilusiones no se satisfacen por culpa de su ansiedad.

A todo ello, se suma la inestabilidad de un cuerpo en pleno desarrollo que con frecuencia crece lo que no se desea y no crece lo que se desea, pero que tiene que cumplir con unos cánones establecidos por la sociedad y el grupo de iguales.

Las consecuencias dependerán de la cantidad de situaciones de temor y en función de ellas su vida se sentirá más o menos limitada. Consciente de su temor y limitaciones, así como de las renuncias a situaciones que incluso desea, provoca un discurso interior negativo y anticipatorio sobre todo lo que pueda suceder.

Los jóvenes con ansiedad social cuando solicitan ayuda, al igual que los adultos, expresan su impotencia, sentimiento de soledad, falta de amigos, incapacidad para disfrutar, dificultades para relacionarse con los demás, hablar ante un grupo, a personas con autoridad, etc.

Con cierta frecuencia se presentan consumos elevados de alcohol porque bajo sus efectos sienten que pueden desinhibirse y librarse de su propia prisión, percibiendo que son capaces de hacer lo que los demás hacen con total naturalidad y sin esfuerzo.

Son jóvenes que pueden presentar dificultades educativas, frustración ante situaciones de aprendizaje o conflictos vitales y que no logran estar a la altura de las exigencias académicas y sociales de su entorno.

Como consecuencia pueden manifestar una baja autoestima y una elevada vulnerabilidad frente al acoso escolar.

Está en manos de los adultos la capacidad para detectar las señales que diferencian una soledad voluntaria a una impuesta o que diferencian a una persona feliz de alguien que solo aparenta serlo para no defraudar.

Con información de Grandes Medios