La atleta que eligió el día de su muerte

Redacción

Bélgica.- Marieke Vervoort, una velocista en silla de ruedas tenía definido el día de su muerte desde la adolescencia.

Desde su juventud, había solicitado el suicidio asistido médicamente, ya que estaba sufriendo de una enfermedad muscular degenerativa que le robó el uso de sus piernas, de su independencia y le causó un dolor agonizante.

De acuerdo a la ley belga, la atleta tenía la libertad de morir cuando ella lo decidiera.

Ya con la documentación requerida para someterse a la muerte, Vervoort continuó con su vida unos años más. En ese lapso se preparó como atleta y ganó una medalla de oro en los Juegos Paralímpicos, se convirtió en una celebridad y viajó a distintas partes del mundo. La narrativa de su vida se había vuelto una inspiración para miles.

Sin embargo, tras una década de haber obtenido los papeles necesarios, Marieke decidió llamar a sus amigos y familiares a su apartamento para “celebrar”. Pero sus anuncios parecían una triste historia que nadie esperaba oír: en tres días se sometería al suicidio asistido.

“Es un sentimiento muy, muy extraño”, dijo su madre, Odette Pauwels mientras escaneaba la fiesta con la mirada.

Vervoort había estado cerca de programar su muerte en múltiples ocasiones, pero siempre había cambiado de opinión y había encontrado una razón para posponerla. Algo surgía. Emergían conflictos. Aparecía otra fecha que esperaba con interés, otra razón para vivir.

Sin embargo, en esta ocasión ella se mostraba decidida y comprometida a cumplir ese deseo.

Como último recurso, un psiquiatra le sugirió que hablara con Wim Distelmans, el principal defensor del suicidio asistido médicamente en Bélgica.

Vervoort mantuvo su cita con Distelmans, quien, tras un examen minucioso, le concedió la autorización preliminar para terminar su vida. Distelmans le comentó, eso sí, que ella no parecía estar lista para seguir adelante con el proceso.

Ella estuvo de acuerdo.

“Yo solo quería tener el papel listo en mis manos para cuando llegara el momento en que no pudiera soportarlo más. Ese momento en el que, día y noche, alguien tuviera que hacerse cargo de mí y yo tuviese demasiado dolor”, afirmó. “No quiero vivir así”.

En palabras de Vervoort, esa documentación le permitió tener algo de control sobre su vida. Ya no le temía a la muerte porque podía tenerla en sus manos cuando quisiera.

Libre de viejas ansiedades, tuvo una extensa racha de excelencia en su pequeño mundo de deportes en sillas de ruedas. Empezó a ser conocida como “la bestia de Diest”.

Además de la medalla de oro que obtuvo en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012, obtuvo una de plata en la carrera de 200 metros. Luego vinieron otras tres medallas de oro en el Campeonato Mundial de Atletismo 2015 en Doha, Catar y otras dos medallas —plata en los 400 metros y bronce en los 100 metros— en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro 2016.

Los triunfos cambiaron su vida. Repentinamente, al ser el centro de atención, Vervoort floreció.

Con información de The New York Times