Hoy se cumplen 750 años del nacimiento de Dante Alighieri

Redacción

CIUDAD DE MÉXICO.- Si bien es un clásico y lectura obligada en la academia, la Divina comedia, de Dante Alighieri, puede ser de las obras literarias menos comprendidas en su filosofía, apunta Marco Perilli, editor, quien asegura se debe al error de querer ubicar el escrito en el contexto contemporáneo, y no asimilar la metafísica detrás de conceptos como el infierno propuestos por el autor.

En ese sentido, al poeta italiano, a quien se recuerda por su 750 aniversario de nacimiento —no hay precisión en el dato, pero oficialmente se conmemora a finales de mayo; lo que se ha logrado determinar es que nació en 1265, bajo el signo de Géminis—, debe leerse con la medida de la época medieval donde, por ejemplo, la tolerancia y la democracia eran nociones innovadoras, hasta irreverentes; o el infierno no era una metáfora religiosa sino una realidad para la sociedad.

“Hay una dificultad conceptual evidente, por lo que hay que hacer un esfuerzo por salir de nuestro entorno, nuestras certezas morales, científicas, políticas que funcionan como un filtro que se convierte en rechazo al autor y la obra. Nos aferramos a conceptos como democracia, tolerancia, que para nosotros son cimientos de la sociedad, pero tenemos que desprendernos, porque el sistema moral del que habla Dante aún, de una manera u otra, queda vivo en nuestra cultura”, explica el experto en Letras de la Universidad de Florencia.

Sin la intención de posicionarlo como víctima, el director de la editorial AUIEO hace el símil de Dante con Shakespeare y Cervantes en el sentido de representar la literatura de sus países con obras clásicas, como reliquias de museo: “La Divina comedia es una vaca sagrada de la literatura muy mencionada por los lectores, pero poco frecuentada en una experiencia real de lectura”.

La complejidad de la novela radica en el pensamiento del autor, quien compendió en ésta sus amores, rencores y melancolías sobre Florencia, ciudad de la que fue gobernador y, al final, exiliado.

“Dante, como Homero o incluso Shakespeare, es una figura que concentra con mayor precisión las cuerdas sensibles y eternas del ser humano. Podemos leer a Dante prescindiendo de una visión científica-religiosa, en la cual ya no creemos. Lo mismo se puede decir de Homero, no hace falta creer en Atenea o Zeus para creer en la verdad de lo que nos dice”.

El autor de El cancionero y El convivio nació en el seno de una familia burguesa, y desde temprana edad participó en la vida política y cultural de la época. Su vida estuvo marcada por acontecimientos desafortunados como la muerte de su madre cuando era niño, y luego la de Beatrice Portinari, una mujer que amaba desde la infancia, y había reencontrado en la adolescencia, e inspiró La vida nueva, compuesta por poemas intercalados con prosa.

Luego de la muerte de Beatrice, el poeta quedó inmerso en la depresión, que sólo logró vencer cuando encontró en la filosofía un modo de perfeccionar su pensamiento científico, político y, principalmente, moral; lo que detonó en su máxima obra, la Divina comedia, cuyo título original era El pensador.

Perilli detalla que Dante se desarrolla intelectualmente en una de las primeras ciudades que plantearon una configuración política premoderna, cuando en la mayor parte de Europa regía el sistema feudal. En Florencia, señala, eran los gremios profesionales los que elegían a sus representantes, quienes a su vez tenían el derecho de elegir al jefe de la ciudad. “Un primer modelo de democracia, tal vez acotada a ciertos grupos, pero existente. Dante se ve obligado a profesionalizarse como farmacéutico, aunque no ejerce”.

En este sentido se explica mucho de su pensamiento político que destacó por plantear que al Papa le correspondía atender problemas sobre el alma, y al emperador los de la política; no había, decía, por qué mezclar un entorno con otro. Ideas que proyectó en tratados como De Monarchia (1310), una exposición detallada de la necesidad de la existencia de un Sacro Imperio Romano, y la separación de la Iglesia y el Estado.

“El resto de su obra está escrito en latín y hace que se conozca a Dante como el gran poeta cristiano de la Edad Media, pero también fue el poeta condenado por la Iglesia por proponer la separación de ésta con el Estado. Fue hasta el siglo XIX cuando sus libros dejaron de ser prohibidos”.

Murió en el exilio en Rávena, en septiembre de 1321; jamás regresó a Florencia, pues se le negó a que fuera restituido su honor por parte de las autoridades de la época. En 1829 Florencia construyó en la Basílica de Santa Cruz una tumba que hasta la fecha se mantiene vacía.

Perilli concluye que si el lector actual logra desprenderse de sus prejuicios, de su educación actual, de sus vicios sociales, la asimilación de la filosofía de Dante será no sólo sencilla, sino enriquecedora. “Si entendemos que el infierno de Dante no es una metáfora, sino real, comprendemos qué significa la obra”.

Cambio de título

Dante tituló sólo como Commedia su famoso poema; la inclusión del epíteto “Divina” es atribuido a Giovanni Boccaccio (1313-1375), el autor del célebre Decamerón, que habría sido un experto en la obra y figura de su compatriota. Casi medio siglo después de que fue escrita la Divina comedia, Boccaccio realizó de propia mano una copia que se conserva en la Biblioteca Riccardiana, para 1373 ofreció una serie de cursos sobre el autor que derivaron en su Esposizioni sopra la Commedia di Dante. El apelativo de “divina” habría sido usado por el italiano más con el fin de caracterizar la obra que para determinar su nombre.