Fábricas de criminales, de pobres y de nuevos ricos

Desde mi balcón

 

Jorge Arturo Ferreira Garnica

Aguascalientes, Ags.- Pues bien, estamos en plena euforia san marqueña, taurina y báquica y de paso con un atragantamiento electoral. En lo relativo a nuestra cada vez más prostituida feria de san marcos, y lo de san marcos lo escribo con minúsculas en virtud de que de plano no merece las mayúsculas.

No me explico cómo le habrán hecho las últimas seis administraciones estatales para ir desdibujando la verdadera esencia del ambiente pueblerino y lúdico de nuestra máxima celebración local, e incluso de alcances nacionales. Acepto que la modernidad no únicamente nos alcanzó, sino que nos rebasó.

Pero me parece que este no es el punto. Cuando en mis ratos de ocio, que no son pocos, me pongo a deambular por el ciberespacio y leo cómo celebran en otras latitudes lo relativo a sus conmemoraciones, en particular los países europeos, comenzando por España, veo con asombro el cuidado que le consagran a la organización de sus festejos populares, apegándose al máximo a sus tradiciones y costumbres, y por supuesto sin apartarse en lo más mínimo de los gustos de sus habitantes, del pueblo puesssnnn.

Desde mi pobre raciocinio creo que esto sería algo así como cuidar los extremos de la identidad de los pueblos como región y como nación.

Desde esta perspectiva la identidad sería todo ese bagaje que proviene de la suma de pequeñas cosas y detalles que son propiedad no solamente de un solo individuo sino de toda la colectividad, pero que sin ello no serían lo que son frente a los demás. De ahí que el esmero con el que las autoridades políticas de estos pueblos en general, le dedican a la organización de sus ferias sea tal, que permite el seguir conservando ese sello distintivo frente a otras culturas o razas.

En Aguascalientes las administraciones citadas líneas atrás, también se han esmerado en la organización de nuestra mayor celebración popular que es la Feria de San Marcos, salvo que ese esmero no se ha enfocado a la conservación de nuestra identidad como aguascalentenses que somos, sino en buscar la manera de cómo obtener más dividendos de este cuasi sagrado festejo, dando al traste con su real y auténtica esencia: nuestra identidad. Pero también hay que entender que las utilidades que la feria genera, son en su mayor parte, la caja chica del gobernador en turno, dada la opacidad con la que se maneja todo lo inherente a esta festividad.

No tengo duda alguna de que este tipo de desfogues, esta forma de dejar salir todo eso que a lo largo del tiempo se viene acumulando en cada conciencia, viene desde épocas remotas, quizá de los griegos o los romanos o incluso más atrás. Para el caso es lo mismo. Lo que importa es el por qué, y ese por qué, sí tiene un nombre: Panem et circenses: decían los romanos. Pero, y he aquí el pero, de ese pero: la sabiduría de quienes gobernaban o quienes asesoraban a los gobernantes, y que consistía en preservar las costumbres y gustos del pueblo.

Esto se repitió durante siglos, y fue el legado que sembraron en las naciones que conquistaron y que aún perdura, con variables y características ad hoc. Este legado llegó a México con la conquista, y se fusionó con otro legado: el de los pueblos originarios, en particular el Mexica. De ahí surgió una nueva identidad que distinguió al nuestra raza, como pueblo Mexicano, y que hizo de lo mexicano un símbolo, una bandera, es decir, una identidad, con rasgos y característica ligeramente distintas según la zona geográfica o región. Aguascalientes no fue la excepción, salvo que, desde hace cerca de cuarenta años ha ido en decadencia, por la voracidad de quienes gobiernan, pues las rentas de este popular festejo son harto jugosas ¿Verdad que sí Paquín? ¿Y qué dices tú Martín?

La realidad es que nuestra muy querida feria, ha decaído tanto, que se ha convertido en una gran cantina, una gran letrina, donde lo único que importa, porque es lo que más utilidades deja, es dejar que el pueblo, en particular el más joven, se desboque hasta el hartazgo de alcohol y drogas, coctel aderezado con el resentimiento y los agravios acumulados que se convierte en una bomba. Resultado: riñas a diestra y siniestra. Desfogue sexual en la vía pública, e incluso dentro de los antros. Nadie me lo contó, yo vi con estos ojos que se habrán de comer los gusanos, y no por lo que vieron. En suma, una verdadera bacanal. ¿Y las costumbres ap’a, y la tradición?

Pero basta por ahora de ese desmadre llamado feria, y veamos, aunque sea de pazón rozón, la fiesta de los toros. Desde mi óptica, cuasi otra réplica de lo que acabo de escribir sobre nuestra feria, un juego de intereses perverso, entre empresas, apoderados y toreros, y por supuesto ganaderos, sin dejar fuera a la prensa especializada, y toda es caterva de pillos, perdón jilgueros cantando loas a lo que creen que ven, pero que no es lo que ven, me refiero a los cronistas de radio y televisión; así en este orden, para que quienes se visten de seda y oro “corran el menor riesgo posible” a la hora de la verdad. ¿Cómo logran eso? Fácil, en contubernio con ganaderos y empresas, solicitan a los criadores de toros de lidia que le bajen bravura, raza, genio y otras características más, muy propias de un verdadero toro bravo, para obtener un toro suave de embestida y sin tanto empuje para mayor lucimiento de quien lo torea. Toro suave tira a manso, dijo en una ocasión el “El Charro Vega” criador de reses bravas. Allá cerca de Ojuelos Jalisco, Atencio se llama su ganadería. Sabias palabras de un conocedor de la genética de esa raza de bovinos.

El resultado, una afición cada vez con menos afición, una muchedumbre de “villamelones”, y plazas de toros cada vez con menos concurrencia. Se les olvida a los “dueños de la Fiesta” que la fiesta es de toros; y cuando se dice toros, deben ser toros no toritos, o similares, término que ahora está de moda en los medicamentos. Y ya no le sigo porque me da güeva.

Y dejé al último el plato fuerte, que es el político electoral, puesto que es el que más preocupa a un buen número de mexicanos, entre los que me cuento yo. Iniciaron las campañas, huecas, sin un mensaje definido, salvo la alabanza de sí mismos, es decir, vituperio. El domingo pasado se gestó el primero debate de una quinteta de famélicos caballos, como dijo aquel ex-cacique guerrerense Rubén Figueroa, cuando le preguntaron cómo veía a los aspirantes a la sucesión presidencial en su momento, ante lo cual respondió: “La caballada está flaca”. Lo malo es que la de esta sucesión está más que flaca, está desnutrida, y eso es muy peligroso para la nación.

En los promocionales que transmiten los medios electrónicos, se ha privilegiado la mercadología, con mensajes que buscan más la rentabilidad electoral, que el contenido ideológico y político; de tal suerte que la masa popular lo único que escucha son reiterativos estribillos, algunos con un soporte musical pegajoso y otros buscando los subliminal que raya en la vulgaridad.

Pero también se escuchan los embates sistemáticos al candidato puntero, según los sondeos de opinión publicados en los diarios nacionales. Descalificaciones, justificaciones, alabanzas para sí mismos, y mucha retórica, es decir, mensajes vacuos y faltos de contenido. Nada de eso que los ciudadanos en cada zona del país, en cada segmento social y en cada apartada comunidad, deseen escuchar, como una esperanza que venga a mitigar sus viejos anhelos de justicia y atención a sus más precarias y más elementales necesidades. ¡No! Nada de nada. Salvo mercantilismo puro. Cinismo puro. Esto es, más de lo mismo. No he escuchado una sola idea con contenido, con inteligencia, con fondo político y social que al menos haga ver una luz al final del túnel de este oscuro México.

Y hablando de feria, el debate fue un juego de tírale al payaso. Y vaya que le tiraron, y el payaso aguantó. No reviró. Pero ganas no le faltaron, sólo que acató lo que su equipo de coucheo le indicó.

Algunos diarios nacionales importantes dieron por ganador al candidato del PAN, otros al de Morena, y los tres restantes sólo los mencionaron marginalmente. Ha habido sesudos análisis de especialistas, académicos, comunicólogos y demás ralea. Los más se abocaron a desmenuzar lo dicho por los candidatos. Los menos por aquello que callaron y no tocaron en absoluto. Dieron ganadores según sus estados anímicos o quizá sus filias y fobias.

Pero se olvidaron de lo sustantivo: la masa popular, el pueblo, los ciudadanos de la República, que para este pobre tecleador, fue el auténtico perdedor al dejarlo fuera, siendo que debería de ser el ganador, con todas aquellas ofertas de quienes ambicionan acceder al máximo cargo de elección popular: La Presidencia de la República. La cifra de pobres en este país rebasa los cincuenta millones de habitantes; cifra que, para los políticos, incluidos estos que compulsivamente buscan gobernar este paupérrimo pueblo, es sólo eso: una cifra estadística. Así de fría. Así de olvidada. Y no la mencionaron.

Si les obsequiamos el beneficio de lo restringido del tiempo para formular respuestas, o proponer algo para solucionar este problema o el de la inseguridad, que, sí lo abordaron, pero de manera tangencial, en parte por la disposición del tiempo y en parte por gastar la mayor parte de ese tiempo en inútiles embestidas al puntero de los candidatos.

Sea como fuere, ninguno de ambos flagelos, pareció ser digno de una buena propuesta de cómo llegar a su solución, aunque fuese de manera muy bosquejada. Eso hubiese sido algo que la mayoría de los mexicanos estamos deseosos de escuchar. No su sarta de zarandajas que no ayudan ni aportan nada para enderezar el rumbo de nuestro país. Veo con meridiana claridad que los partidos políticos cada vez se alejan más de las causas populares, y sólo buscan el interés de los grupos que el momento político, o el electoral privilegian.

Acabo de leer un artículo muy ilustrativo sobre este tema de los partidos políticos publicado en diario español El País, mismo que me hizo llegar mi estimado y lejano amigo, Javier de la Torre, radicado de manera definitiva en Suiza. El texto se titula: ”Los movimientos ciudadanos sustituyen a los partidos”, escrito por Carlos Yarnoz hoy 24 de abril.

En él se refiere a lo que sucede en Europa con los partidos políticos como tradicionalmente se han venido desempeñando en la arena política. Yarnoz inicia su escrito con un fatalismo inaudito: “Occidente entierra en cada convocatoria electoral a uno de sus partidos políticos clásicos, convertidos en víctimas colaterales de las recientes crisis de la eurozona, el terrorismo, la globalización, la migración o el nacionalismo.”

En México estamos en medio de una crisis de inseguridad y de pobreza extrema, ésta, de casi el 50% de nuestra población. Es decir, somos una fábrica de delincuentes y de pobres. Un buen producto para la exportación. Y es real. Exportamos pobres a los USA y de paso también criminales. Pero nunca nos hemos puesto a pensar lo que hemos importado de ese país. Y eso ha sido, justo lo que ahora somos, un País sin identidad. La neocolonización yanqui nos ha calado hasta la médula.

Tanto que prácticamente hemos perdido todas nuestras tradiciones en un significativo número de ciudades y regiones enteras. Incluso los pueblos originarios no han escapado a este negativo fenómeno. De ahí el progresivo y cuasi indetenible avance del crimen organizado, del narcomenudeo, de la industria del asesinato y otros muchos delitos que da pena escribir.

El artículo de Carlos Yarnoz me hizo reflexionar sobre la actual situación político electoral en la que estamos inmersos, y que de alguna manera intenté esbozar párrafos arriba. En particular me llamó la atención que, ni la izquierda ni la derecha han sido capaces de cumplir con sus promesas, dejando abierta la puerta para que organizaciones ajenas a los partidos políticos se apoderen del electorado por la falta de soluciones y de proyectos claros para sus respectivos países.

Dice el autor, que estas organizaciones engatusan a los electores diciendo que no son ni de izquierdas ni de derechas y que las formaciones tradicionales no representan a los ciudadanos. Lo cierto es que pareciera que está hablando de lo que sucede en México.

Más adelante cita al catedrático de Filosofía Política y Social Daniel Inneratity, quien ha venido estudiando este fenómeno desde hace años, quien refiere que, “una sociedad indignada prefiere votar por quien le administra su rabia en lugar de votar por quienes prometen solucionar problemas”. Algo similar está pasando en nuestro País, pues los electores no quieren saber nada del PRI, pero tampoco del PAN, pues el inconsciente colectivo culpa a ambos partidos por el fenómeno incontrolable de la inseguridad, la pobreza, la salud etc.

El catedrático de Filosofía Política y autor del libro La política en tiempos de indignación, en el que Innerarity afirma que “la actual crisis de los partidos se superará cuando haya mejores partidos”. Y que mientras eso no llega, la proliferación de formaciones populistas, xenófobas, nacionalistas, eurófobas o confesionales surgen por doquier y dibujan un mapa político europeo cuando menos inquietante, dice este pensador.

¿Será esa la causa por la cual el candidato de MORENA se colocó en la preferencia del electorado? Porque no obstante que México no alcanza el grado de madurez política y mucho menos de instrucción académica y cultural de la Comunidad Europea, sí tiene un cuerpo electoral sensible que es capaz de captar lo bueno y lo malo de sus gobiernos y por supuesto de los partidos de los que surgieron esos gobiernos.

Y esta conducta cívica y política de nuestro pueblo es digna de elogio, con todo y que en esta ocasión vuelva a equivocarse, al dar su voto al populismo de pseudoizquierda. Lo cual entiendo a la perfección pues en su mayoría los votantes ya están hasta la madre de promesas incumplidas y de esa política neoliberalista que en mucho a contribuido a la rampante metástasis del crimen organizado, la pobreza, la corrupción, la impunidad y un interminable etcétera.

Y a manera de colofón, cito también textualmente como concluye su texto Yarnoz el autor del artículo: Con cantos de sirena como esos, Europa prescinde de sus partidos clásicos cuando la tormenta arrecia, cuando más falta harían. Y agrega que Innerarity avisa: “Tirar al niño con el agua sucia no sería una buena solución y la experiencia nos enseña que todavía peor que un sistema con malos partidos es un sistema sin ellos”.

En México desde hace tiempo comenzamos a vivir algo similar a los europeos en lo referente a ese mal necesario que son los partidos políticos, en especial los oportunistas que se coaligaron con los que son opciones reales de poder, para así conservar el jugoso financiamiento público; financiamiento que es a su vez, es una fábrica de nuevos ricos. Ojalá los políticos aprendieran a leer para que se ilustraran con textos como el que he citado. Quizá retomarían su verdadera vocación y no la de vulgares ladronzuelos y engaña bobos que ahora profesan.

 

Correo: gitano54@hotmail.com

 

Carlos Yarnoz, Periodista, corresponsal de EL PAÍS (Artajona, Navarra. 1953). Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra (1972-1977). Daniel Inneratity es catedrático de filosofía política y social, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y director de su Instituto de Gobernanza Democrática.