Especialistas mexicanos apoyan en labores de rescate en Nepal

Terra

Sankhu, Nepal.- Luego de varios días de buscar a su hijo y pedirle a los equipos de búsqueda y rescate extranjeros que la ayudaran, una mujer nepalesa lo encontró.

No estaba vivo, pero hallarlo le dio paz, según contaron mexicanos que participaron en la operación.

El cuerpo del pequeño, de unos 9 años, estaba entre los escombros que dejó el terremoto de 7.8 grados Richter del 25 de abril.

Estaba agachado, en cuclillas, como en posición fetal. Al parecer intentó cubrirse de la caída de muros y piedras.

“Ya habíamos perdido la esperanza de encontrarlo (…) De repente, nos habló un vecino porque habían visto algo entre los escombros. En seguida nos movilizamos con los turcos y movimos las piedras.

“A mí me tocó decirle a la mamá que habíamos hallado a su hijo muerto. Fue un momento muy difícil”, dijo Macarena Olazabal, mexicana que participó en la logística de la búsqueda.

El saldo de muertos, hasta ayer, era de poco más de 7 mil.

Ante la inacción del Gobierno, rebasado por la tragedia, los nepaleses se han organizado para conseguir comida y agua.

Para ello han participado equipos de ayuda extranjeros, como el mexicano, compuesto por la ONG Cadena y dos miembros de Protección Civil del Gobierno federal, que instaló en Sankhu filtros de agua y realizó consultas médicas.

Por la orilla de la carretera, el daño no parece tan severo. Pero una vez adentrándose a la zona vieja de esta localidad ubicada al noreste de Katmandú, la devastación es clara.

Todas las casas del corredor principal de Sankhu resultaron afectadas por el sismo. Unas se cayeron por completo, otras perdieron sus paredes y algunas sufrieron daños severos en sus estructuras, por lo que tuvieron que ser evacuadas.

Esta es una zona en ruinas. Hay tramos con grandes montículos de ladrillos y madera, acompañados de numerosos enseres domésticos, desde sillones y mesas hasta televisiones, refrigeradores, ropa, maletas, marcos y puertas.

Pero, al menos esta semana se prevé que la ayuda empiece a llegar a zonas periféricas como ésta, en buena medida porque ya no llueve y se ha impuesto el sol.

Los sobrevivientes han improvisado en plazas y jardines casas de campaña con plásticos, cartones, cobijas y alfombras. Algunos se han organizado para conseguir comida y agua, mientras que otros siguen buscando con desesperación pertenencias útiles entre los escombros.

La caída de tantas casas en esta zona de Sankhu se debe al material viejo y poco sólido. Al menos ese fue el problema en la casa de Saroj Smrestha, de 26 años, quien contó que el día del temblor estaba en su cuarto, con su familia, cuando empezó la sacudida.

Todos alcanzaron a salir con vida y sin grandes daños, pero de su casa sólo quedaron parte de la fachada y algunos cuartos; el techo se desplomó por completo.

En Sankhu murieron más de 60 personas y, según algunos residentes, al menos 100 están desaparecidas. Conocer estadísticas oficiales en estos lugares es bastante complicado.

Aquí al menos hay un poco más de organización y los equipos de ayuda y rescate extranjeros llegaron a auxiliar a la gente. Aunque estos ya empezaron a retirarse.

“Algunas comunidades sí cuentan ahora con agua, pero el problema después será el abastecimiento para los damnificados y garantizar que el líquido esté limpio”, explicó Rajesh Manandhar, coordinador del programa de asentamientos humanos de la ONU-Habitat de Nepal.

En otras zonas agrícolas próximas a Katmandú, por ejemplo, donde el sismo también afectó a las comunidades, el vital líquido no escasea tanto.

Además, si bien algunos perdieron sus casas, sobre todo las que están en las laderas y a la orilla de la carretera, éstas podrían volver a ser levantadas incluso con la misma piedra.

En Madanpur, por ejemplo, una pequeña localidad ubicada al noroeste de Katmandú, como a dos horas en carro por lo poco accesible de la carretera, los encargados de una finca cafetalera están sorprendidos por el brote de una cascada que tenía que surgir dentro de tres o cuatro meses, y que ahora apareció de forma temprana por el movimiento telúrico.

En otras zonas agrícolas, en tanto, la ayuda requerida no es tanto por la emergencia del sismo sino por la situación de pobreza en la que han vivido desde hace años. Sobre todo en términos de salud, pues los habitantes no cuentan con servicios buenos ni accesibles.

Al menos eso se apreció en algunas de las localidades visitadas por REFORMA en los últimos tres días.