En el olvido y a merced de la delincuencia viven en La Tomatina

Francisco Espinosa

Jesús María, Ags.- Lo único que alcanzó a hacer fue levantar su brazo izquierdo en un reflejo de defensa que resultó inútil. El filo del machete rebanó parte de la mano de Martín Chávez Reyes, provocando un constante bote de sangre ante los ojos de los curiosos que estaban presentes en una riña que había sacado a la comunidad del letargo de un mediodía sabatino.

 

 

 

Ahí, bajo el sol a plomo de La Tomatina, un hombre de 27 años se desangraba lento ante la indiferente mirada de un grupo de personas -incluido su agresor- que no movía –ni querían- ni un dedo para ayudarlo.

Al final, la humanidad que se lleva por dentro pesó más que el desprecio. Aquellos testigos pronto se descubrieron ayudando a un tipo que llevaba más de cuatro años atemorizando a su comunidad olvidada por las autoridades y corrompiendo a cuanto menor de edad deambulaba por las calles de tierra, sin nada que hacer más que saciar el ocio con las drogas que él les daba.

Entonces una señora auxilio a Chávez Reyes como pudo, con la certeza incómoda de saber que le estaba salvando la vida a quien días antes se había metido en su casa para robarle las pocas pertenencias que tenía.

Al poco tiempo, Martín supo que sobreviviría aunque los estragos en su mano quedarían perpetuos por un par de tendones atrofiados que ahora le harían mover su extensión con una torpeza evidente. Un año después, en La Tomatina hay quien se arrepiente de aquel día, recula de haber sentido compasión por el herido y sin disimulo reniega de haberle salvado la vida.

Lejos de recordar y tener gratitud, Chávez Reyes no solo regresó a delinquir como siempre, protegido por la ausencia de la policía municipal, sino que se ha adueñado de la noche en la que ya pocos salen por miedo y en la que adolescentes sin estudios ni trabajo se divierten rompiendo ventanas y robando casas.

Unas mil 500 personas habitan en la Tomatina, zona anclada frente a las faldas del Cerro El Picacho, es una comunidad a la que se entra por una pequeña avenida pavimentada. Beneficiada por su olor a campo y su tranquilidad, hace algunos años fue el territorio elegido por algunos aguascalentenses para construir casas de campo que se llenaban los fines de semana.

Al poco tiempo, las cabañas turísticas se asentaron ofreciendo deportes extremos gracias a sus suelos montañosos y una presa con la que cuenta en su lado poniente. La fiesta, la convivencia familiar y la actividad física complementaron la oferta que El Picacho ofrece a quien decide subir su rocosa pendiente.

Sin embargo, lejos del ambiente festivo de un fin de semana, la comunidad comenzó a poblarse con gente que se entregó a la rutina rural. Hoy, aunadas a casas que bien podrían estar situadas en fraccionamientos residenciales, las pequeñas viviendas de los lugareños completan el paisaje urbano en el que predomina los caminos de tierra.

En La Tomatina tener internet no parece ser una necesidad de la canasta básica del joven de ciudad. En las tardes, los niños todavía corren detrás de una pelota y se distraen aventando piedras que se encuentran en el camino. Algunos otros prefieren simplemente pasar el tiempo sentados en la banqueta fantaseando o comentando el nuevo embarazo de la comunidad.

En ese marco, en esa lejanía, la policía de Jesús María (municipio al que pertenece), simplemente no aparece.

Debido a esto, otro sector juvenil mata el ocio de las tardes lentas con droga. Sentados en un kiosco abandonado en medio de un camino de tierra prenden un cigarro de marihuana que su olor impertinente se hace notar.

Ese grupo de la población, vulnerable y sin oficio le ha servido a los hermanos Martín Chávez Reyes (28 años) y Cruz Chávez Reyes (16 años ) para generar una pequeña banda que sin mucho más que hacer acepta robar lo que se les indique a cambio de sentirse grandes y acceder a más droga. A los vecinos que han puestos negocios en ese lugar o que simplemente decidieron establecerse allí, esta situación simplemente los tiene hartos.

Cerca del kiosco, centro de lo que alguna vez fue una promesa para generar comunidad y que hoy solo es un parque abandonado, una casa pequeña con plantas frutales adorna una esquina, justo a un costado de un arroyo semi-vacío protegido por yerbas altas.

En ese lugar vive desde hace un par de semanas Edmundo. Mundo ya en confianza,  trabaja en Aguascalientes en una empresa. Recién llegado de Querétaro, decidió establecerse en la casa que sus padres construyeron hace poco más de 20 años con la idea de pasar un domingo en familia. Fallecidos no hace mucho, la nostalgia y el recuerdo lo llamaron para intentar remodelar una vivienda que lucía abandonada. Dos días antes de llegará con su maleta de ropa, una llamada en la mañana del 13 de septiembre le jodió la mudanza.

Unas pinzas bastaron para vulnerar el alambrado. Sin más protección, el vidrio que da a la habitación principal fue roto. Por ahí, dos jóvenes de 14 años y 15 años se introdujeron para darle paso a los hermanos Chávez Reyes.

De la casa casi lista para recibir al nuevo inquilino extrajeron artículos domésticos desde un horno de microondas hasta una licuadora. A su paso tomaron monedas antiguas que el padre de Mundo le heredó, incluido un centenario y un par de onzas de plata. Por si fuera poco, el material de trabajo de quien le había remodelado la vivienda también desapareció.

Mundo interpuso una denuncia por el asalto en el municipio de Jesús María, lo que provocó dos cosas: que la policía acudiera un par de veces a investigar –como siempre pasa en estos casos en la comunidad- y que los hermanos Chávez Reyes huyeran del lugar (hasta la fecha no se sabe su paradero).

Anclado en el recuerdo y en la tarea de perdurar lo que sus padres construyeron, Mundo ve en la Tomatina un sitio que en los últimos años ha mostrado un cierto desarrollo gracias a algunas fábricas que se han instalado allí y que hoy se ve amenazado por un par de ladrones que corrompen menores.

Dos adolescentes de  14 y 15 años. Sin mucho que hacer en las tardes pasan los días en el pequeño kiosco del parque abandonado fumando marihuana con Martín. Ya en confianza aceptaron participar en el robo a casa de Mundo. Además de iniciar el ultraje, cargaron con lo robado en una carretilla que trasladaron hasta el arroyo vecino en donde guardaron el motín sin saber que los hermanos regresarían más tarde para sacar lo de más valor, incluido un boiler de poco más de cinco mil pesos. Con el monto valuado en poco más de 15 mil pesos, los dos adolescentes se llevaron 200 pesos cada uno.

Tras el incidente, Martín y su hermano obligaron a los adolescentes a huir con ellos hasta León, Guanajuato con la idea de seguir delinquiendo. Esto lo cuenta la madre de uno de los menores quien interpuso una demanda por secuestro cuando una llamada de un policía de la ciudad gunajuatense le avisó que su hijo estaba a salvo tras una pelea en un cuarto de hotel entre los hermanos Chávez Reyes, en la que incluso se utilizó una arma de fuego, lo que provocó la intervención de elementos de seguridad.

-Mi hijo incluso sirvió para reconocerlo entre otros sospechosos.
-¿Quién fue a recogerlo?
-Mi marido fue en cuanto le avisaron.
-¿Dónde está ahorita su hijo?
-Sepa donde ande ese carajo.

El tejido social esta descompuesto en esta demarcación. Constantes embarazos juveniles y adolescentes desocupados han provocado que el poblado se haya convertido en un polvorín que de apoco comienza a dejar consecuencias que alteran la vida de algunos vecinos hartos por la situación.

Esta realidad ha sido aprovechado sobre todo por Martín Chávez para reclutar a quien se deja seducir por droga constante y por la idea de ganarse un poco de dinero. “La verdad es que da mucha tristeza ver a los niños y jóvenes tan vulnerables”, se lamenta Mundo, padre de un hijo que vive en Querétaro y que ahora piensa antes en regresarse que en traerlo a La Tomatina.

Temeroso por una posible represalia, otro afectado por los delincuentes se anima hablar con la condición de no poner su nombre real. Empresario de la zona, se ha visto perjudicado por los hermanos Chávez Reyes. Pablo (seudónimo) tajantemente dice que el único problema de La Tomatina es ese clan delictivo, pero sobre todo Martín Chávez Reyes “quien incluso anda armado y nos ha amenazado a varios vecinos”. Según sus cuentas, ha sido por lo menos un lustro de padecer la presencia y los actos de dichos sujetos sin que exista una respuesta sólida de las autoridades.

“No existen acciones preventivas en la zona ni cercanía con la gente de la comunidad. De pronto se ve una patrulla en la noche pero no sirve de nada porque cada vez que la ven (Martín y su hermano) se esconden como cucarachas y después vuelven a salir”, señala Pablo quien añade que intentar poner una denuncia en el ayuntamiento de Jesús María es simplemente perder el tiempo, “sobre todo gracias al nuevo sistema de justicia penal que es pura palabrería política”.

Una patrulla….

Abatido por la pesadumbre de una realidad desfavorable y las constantes carencias que tradicionalmente han tenido prácticamente todos los municipios del interior del estado, a la administración actual de Jesús María no le ha quedado de otra que aceptar el rezago que sufren, aunque en palabras de Rodolfo Esquivel Cañedo, secretario del Ayuntamiento, La Tomatina no se encuentra en abandono como lo denuncian los afectados por una ola de violencia desde hace varios años.

“Se tiene asignada una patrulla para Venaderos que es la que se encarga también de La Tomatina”, defiende el secretario quien acepta depender de la capacidad del municipio, limitada desde hace tiempo en equipamiento policiaco desde elementos hasta vehículos. Aunada a la patrulla, dice, “se dan constantes rondines por la zona que son comandados por el mismo comandante de la policía municipal. Es verdad, se ocupa mucho más para atender al municipio pero ahora sí que con lo que tenemos tratamos de actuar la mayor parte de las demandas de nuestra ciudadanía”.

Sin embargo, tras aceptar que no ha escuchado hablar sobre los hermanos Chávez Reyes, precisa que sin demandas no mucho se puede hacer para tratar de erradicar un problema que tiene perturbada a parte de la comunidad. Lejos de la postura de Pablo, quien ve inservible hacerlo por el tiempo perdido y por la poca respuesta, Esquivel Cañedo acusa ese pensar al nuevo sistema de justicia penal. “Con eso la policía municipal está atada de manos (…) los detenidos salen rápido a pesar de los delitos reiterativos; tenemos varios casos así”.

Más allá de trámites burocráticos o nuevos sistemas de justicia, Raúl (seudónimo) simplemente pide que se arreste de una buena vez a los hermanos Chávez Reyes quienes en un acto vandálico le rompieron una cámara de seguridad que tiene puesta desde hace un par de años en la reja de la cochera de su casa. “Incluso fui a hablar con el papá de ellos para pedirle que me pagará y solo dijo que él ya no sabía que hacer con ellos y que si los demandaba me apoyaba”.

Al final, Raúl no puso la demanda por todo lo que implica de tiempo. “Tengo temor de que sigan con estamos actos. Todos saben aquí a que se dedican ese par”. La queja es la misma: “no hay vigilancia ni nada por el estilo, la última vez que vi una patrulla aquí fue hace como un año a medio día”. Para él, este asunto no es menor ni exclusivo de una sola comunidad. Al igual que a Mundo, le preocupa lo que está pasando con los jóvenes corrompidos, “incluidas muchachas que obligan a prostituirse (…), por eso urge vigilancia fija y alumbrado público desde la carretera hasta el poblado porque es una boca de lobo en medio de la oscuridad”.

Llegado a un punto crítico, lo que pasa en La Tomatina podría adquirir tintes funestos en un futuro no muy lejano. Mientras Esquivel Cañedo ofrece comités como el vecino vigilante para que los pobladores se organicen y fortalezcan la vigilancia que asegura existe, Pablo recuerda aquel día del machetazo. “No fue por un pleito de borrachera, sino porque el agresor se defendió porque Martín lo quería asaltar”. Harto por la situación, este empresario confiesa que ya avisó a la policía que si vuelve a ser amenazado o asaltado por Chávez Reyes, se defenderá del mismo modo. Hace un año un machete estuvo a punto de desangrarlo. Hoy, el abandono el ayuntamiento y el hartazgo de una comunidad perturbada prevé que hacer justicia por mano propia es ya una opción real.

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