El inicio y el fin de Evo Morales

Redacción

Bolivia.- Desde que Evo Morales, un dirigente indígena protagonista en el mundo de los sindicatos en la producción de coca en Bolivia, tomó protesta como presidente en 2006, habló sobre la total transformación que dicha nación tendría.

“Estos pueblos, históricamente hemos sido marginados, humillados, odiados, despreciados, condenados a la extinción”, dijo Morales en su discurso de toma de mando. “A estos pueblos jamás los reconocieron como seres humanos, siendo que estos pueblos son dueños absolutos de esta noble tierra, de sus recursos naturales”.

Prometieron una mayor inclusión social y una distribución más equitativa de la riqueza, objetivos que, en diversas medidas, se materializaron para millones de personas.

Con una arrolladora victoria en las elecciones de 2005, Morales llegó a la presidencia con mucha autoridad. Propuso cambios profundos a la estructura del poder de Bolivia, y durante su primer mandato supervisó la redacción de una nueva constitución que pretendía eliminar el clasismo y el racismo estructurales que por mucho tiempo habían relegado a los indígenas bolivianos a ciudadanos de segunda clase.

En materia económica, Morales fue pragmático. En vez de nacionalizar las instituciones estatales directamente, firmó mejores acuerdos para el Estado y adoptó políticas favorables para el mercado, el gobierno gastó miles de millones de dólares en subsidios e infraestructura y amplió el acceso a la atención médica y a la educación.

Cuando algunos de sus líderes contemporáneos de izquierda se alejaron del poder, algunos con patrimonios empañados por acusaciones de corrupción, Morales se atrincheró, haciendo caso omiso del límite de dos mandatos que imponía la constitución.

“Hermanos y hermanas, no solo somos inquilinos, hemos recuperado lo que es nuestro por derecho propio”, expresó en ese momento en un discurso. “Esto es para toda la vida”.

La primera señal clara de que los bolivianos se estaban cansando de Morales apareció cuando perdió por un muy poco las votaciones de un referéndum para extender su mandato, su primera derrota electoral como presidente.

El hecho se derivó de un escándalo relacionado a una novia del presidente, quien era señalada de haber utilizado su vínculo con el poder para concretar varios acuerdo millonarios con empresas chinas.

Para los bolivianos, el tema se había manejado con opacidad, lo que generó una pérdida de confianza hacia el gobierno de Morales. Además, consideraban que el poder se empleaba para castigar a los detractores del gobierno.

Al principio, tras la derrota para ampliar su mandato, Morales dijo que respetaría la voluntad del electorado y se retiraría. Pero al siguiente año encontró una solución alternativa: el Tribunal Constitucional, lleno de partidarios del régimen, dictaminó que los límites de mandato violaban los derechos humanos.

Morales fue declarado ganador en las elecciones del 20 de octubre (aún cuando incluso los grupos indígenas que lo apoyaron en un principio querían que se fuera), aunque por un margen más estrecho que en cualquier otra elección presidencial desde 2005. Su victoria desencadenó una tempestad de protestas y enfrentamientos violentos en medio de cada vez más pruebas de irregularidades electorales.

Ahora, con el derrocamiento dramático del dirigente boliviano el 10 de noviembre, fue un acontecimiento ofensivo para la era de los dirigentes de izquierda.

Morales huyó de Bolivia la noche del 10 de noviembre y se ocultó por los rumores de que su arresto era inminente, para finalmente abordar un avión con destino a México el 12 de noviembre.

El gobierno de México y el presidente de Argentina, Alberto Fernández, calificaron los acontecimientos en Bolivia como un golpe de Estado. Otras personas, incluyendo a Carlos Mesa, el expresidente de Bolivia que contiende para remplazar a Morales, y Jair Bolsonaro, el líder de extrema derecha de Brasil, lo consideraron el triunfo de una oposición pacífica frente a un déspota.

Con información de The New York Times