El deseo de toda mujer dominante

Marisol Gámez

—No te vayas cariño… está bien, pero antes de irte, siéntate aquí un momento y responde: si este lápiz fuera una varita mágica que modificara a las personas ¿Qué cambiarías en mí? —preguntó Katy.

Gustavo miró el reloj. No estaba para juegos; apenas tenía tiempo quitarse el olor a sexo con una ducha y salir corriendo al trabajo. Se sintió apremiado, algo nervioso, pero dejar esa pregunta sin responder no era buena idea. Será apenas un minuto, pensó. Y sentado a la orilla de la cama, la observó; su cuerpo desnudo de diosa dispuesta siempre al placer. Se centró en su sonrisa encantadora y la manera en que la utilizaba para convencerlo de cumplir sus antojos, como una chiquilla; aunque los demás dijeran que lo manipulaba. Quizá un poco, sí. Pero ella era así, algo caprichosa, bueno, más que eso, reconoció al evocar sus exigencias, dentro y fuera de la cama. Esos arranques de llanto y reproches que con frecuencia lo han hecho sentir culpable, que lo deprimen. En lo angustioso que se ha tornado ir con los amigos y tomar decisiones frente a ella. De repente, Gustavo descubrió algo: es un hombre débil, menguado, un eco de sí mismo que podría acabar en un ser casi volátil. ¡No! Se asustó. Si desaparezco ¿Cómo podré hacerle el amor a Katy? Y aferrado a la supervivencia, tomó la varita mágica y la blandió sobre él para recuperar su existencia. El cambio se efectuó. El cansancio y la presión del tiempo se evaporaron, la capacidad de satisfacerla en cualquier momento y lugar volvieron de golpe. Ella reconoce su hombría, de otro modo, no habría exigido tanto. Tiene razón en reprocharle, él puede darle más amor, más tiempo; los chantajes y manipulaciones han sido los recursos ansiosos de esa chiquilla que lo necesita, ella, mucho más que sus amigos egoístas y desconsiderados. Su jefe y el negocio, ¡también se pueden ir al diablo!

—Cariño. ¡Respóndeme! —exigió Katy, impaciente.

—¿Eh? Nada, cariño. No cambiaría nada de ti— respondió. Y lanzando el reloj al aire, la tomó enérgico para asirla otra vez a su cuerpo.  

Katy está a punto de conocer el poder de su varita.