Derechos de los Humanos o Derechos de los Animales o ambos

 

 

Jorge A Ferreira Garnica

Aguascalientes, Ags.- En el transcurso de la semana leí la siguiente nota en un diario local: …Se previenen activistas de posibles ataques a la marcha antitaurina. Ricardo Pichardo, Karina Valencia, Miguel Ramírez, Víctor Losoyo y Hugo Araiza, crean en el 2008 el colectivo Circo Alegría, en busca de concientizar a la población sobre el maltrato animal en la fiesta brava; desde ese año la agrupación organiza la Marcha Antitaurina durante la Feria Nacional San Marcos, la cual se caracteriza por no sólo llevar pancartas y hacer un mitin en la Plaza Monumental, sino por realizar todo un festín tipo circo durante su recorrido

Muy respetable no sólo la realización de la marcha antitaurina, sino también la creación del colectivo Circo Alegría. Cuando digo respetable, me baso en las garantías individuales que contiene nuestra Carta Magna, de manera concreta al Artículo sexto, en su párrafo primero que transcribo integro: La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público; el derecho de réplica será ejercido en los términos dispuestos por la ley. El derecho a la información será garantizado por el Estado. Sin duda alguna que este derecho ciudadano es vital para la convivencia republicana; sin embargo la nota y el derecho a libertad de expresión me hicieron pensar, -cosa rara en mí- acerca de los postulados de esta agrupación que defiende los derechos de los animales, lo cual comparto, sólo que para mí existe un derecho prioritario, y es el derecho humano o los derechos humanos para estar más a tono con la modernidad. Estos derechos, también constitucionales, según mí leal saber y entender ocupan un primer lugar en el Libro Constitucional, y de ellos no se cumplen ni una tercera parte y quizá hasta menos.

Es de suponer que para que los derechos humanos se cumplan a cabalidad, se requiere de la participación no sólo de las autoridades en la materia, sino de todas las demás que conforman los distintos niveles de gobierno y por supuesto, de la nuestra, que en conjunto somos quienes tenemos la obligación de hacerlos valer, pero sobre todo respetar y hacer respetar. Sí con todo ese bagaje de participantes no hemos avanzado como se debiera, cómo es posible que estemos más interesados en aquellos derechos que también los animales tienen. Derechos que nadie niega. Lo que preocupa es que nos mortifiquemos más por nuestros hermanos animales irracionales, y no lo hagamos con la misma enjundia por nuestros otros hermanos, también animales pero racionales, o quizá también irracionales, al menos en algunos casos.

Ya hemos ido constatando las consecuencias de la electorera ley de prohibición de animales en los circos. La prensa recién documentó la muerte de una elefanta que luego de haber perdido su trabajo y su sustento fue comprada o adoptada por un particular que luego de intentar hacerle un bien, lo único que logró es que el paquidermo falleciera. Eso irá sucediendo poco a poco con los cientos de animales que fueron despedidos de los circos. Ya lo habremos de constatar. Lo cierto es, que no fueron respetados sus derechos laborales.

No todos los animales son iguales, como tampoco todos los humanos lo somos, aunque lo parezca. Por ejemplo, el Toro Bravo o de lidia. Y sí, lo escribo así con mayúscula, porque es todo un señorón, por honrarlo de alguna manera. Esta especie es una de las especies de la fauna terrestre cuyo linaje reside en su bravura, en su temperamento, en su estampa, en su trapío y en todas las características que lo hacen ser como es. La pregunta que me hago es la siguiente: ¿y para qué le sirve esa bravura? Y me respondo: para defender su territorio, para luchar o pelear por su manada, por sus hembras etcétera, etcétera, etcétera. Perdón, me olvidaba de su función más significativa: la de salir a la Plaza de Toros a matar o morir frente a un representante de otra especie animal: el hombre-torero o el torero-hombre. Es ahí donde una mayoría relativa de humanos interesados en admirar esa bravura y aquella valentía, que se enfrentan cara a cara para, ambos, tratar de burlar a la muerte, al través de una serie de artificios y características genéticas y morfológicas que se van entrelazando durante el lapso que dura la lidia o faena.

El Toro posee dos puñales llamados cuernos, pitones, astas etc., el torero un pedazo de tela y una espada y su destreza e inteligencia para burlar las embestidas del Toro, utilizando el pedazo de tela llamado capote uno, y muleta la otra, con los que engaña al toro. Porque el toro embiste a aquello que se mueve y no al color rojo como mucha gente supone. Es pues, una lucha de poder a poder, en la que generalmente el toro es quien pierde la vida, cuando el torero le clava la espada en lo alto del morrillo, y en no pocas ocasiones lo es el torero.

Muchos toreros han sido cornados, pero pocos han muerto por cornadas del Toro. Pero esas pocas muertes han trascendido y hecho historia, han hecho leyendas, en las que el nombre y genealogía del Toro, es decir, la ganadería donde nació, también están inscritas en letras de oro en los anales de la Fiesta de Toros. No se denomina Fiesta de toreros ni corrida de toreros, se conoce como corrida de Toros, porque es el Toro el centro del espectáculo. Es el rey de la fiesta. Por cierto, mueren más boxeadores a consecuencias del intercambio de golpes, que toreros por cornadas.

En una corrida de toros nadie puede negar o decir que el Toro ha muerto de manera denigrante, ¡No! El Toro muere en el ruedo con una gran dignidad, peleando hasta el último instante como lo que es; un Toro Bravo. Muere mostrando sus más caros atributos, sus más especiales características que en ocasiones le permiten no morir, porque la multitud pide se le indulte, para que transmita sus genes a otra generaciones de Bravos como Él. Queda manifiesto que el Toro Bravo es criado expresamente para eso, para ser lidiado por el hombre, y merced a esa bravura perpetuar esa especie, que en el caso de que algún día llegaran a legislar sobre la abolición o prohibición de la más bella de las Fiestas, la de los Toros, esta raza de bovinos estaría condenada a desaparecer de la faz de la tierra.

¿Es eso lo que quieren que suceda, quienes integran las agrupaciones como el Circo Alegría, el partido verde u otras asociaciones defensoras de la fauna terrestre? ¿En este caso quién sería más cruel con el Toro? ¿El torero? ¿El público? ¿O las organizaciones protectoras de animales y hasta el propio partido verde?

Sí es así, ¿entonces cuál es la diferencia entre ellos y nosotros que amamos la Fiesta de los Toros?

La diferencia consiste en que los que participamos activamente en la Fiesta de Toros, contribuimos a que la especie siga reproduciéndose, en tanto quienes están en contra de la fiesta contribuirán a la extinción del Toro Bravo, pues esta raza no se caracteriza como las otras que se crían para la producción de carne, porque sus características no contribuyen ni en calidad ni en cantidad a ese fin.

Mejor pensemos y luchemos por consolidar nuestra democracia, tomando conciencia y votando, pero también exigiendo que quienes elegimos cumplan con la función pública para la que fueron electos. De ser así, todos podremos vivir en armonía en este mundo: taurinos y antitaurinos.

En una democracia plena todos cabemos: minorías y mayorías.

Yo no voy al box porque respeto a los humanos. Tú no vayas a las Corridas de Toros porque respetas más a los animales que a los humanos. Y así viviremos todos felices y todos contentos.