Decálogo del Candidato a Juez

La justicia no se vota: se honra

Miguel Ángel Juárez Frías

“Lo legal sin lo justo, es lo muerto que late sin alma.”


Aguascalientes, Ags.- La reforma avanzó, la campaña también, y la elección está a unas horas. Las urnas, antes ajenas al mundo judicial, hoy definen destinos. Y aunque hemos advertido con razón los riesgos del terreno electoral en el poder judicial, el desafío inmediato es otro: limpiar el proceso, blindar la toga, salvaguardar el alma del juez.

Si ya no podemos evitar la campaña judicial, al menos hagámosla virtuosa.
Si la democracia nos exige votarlos, exijámonos elegir con criterio.
Y si hay jueces que quieren permanecer en sus cargos, que sea por su ética, no por su habilidad escénica.

No estamos solos en esta hora crítica. Somos corresponsables. Quienes aspiran a juzgar no deben sucumbir a los atajos de la política banal, ni los ciudadanos debemos normalizar que la justicia se promocione como si fuera espectáculo. Hoy más que nunca, urge limpiar la toga: de las promesas absurdas;
de los pactos de poder;
de los slogans vacíos;
de la risa falsa;
de la demagogia ensayada;
del entreguismo disfrazado de empatía.

Urge también blindarla:
con prudencia;
con sabiduría;
con independencia real, no solo discursiva;
con compromiso con la ley, no con las encuestas;
con lealtad a la justicia, no a los algoritmos.

La justicia no se grita, se defiende.
No se vende, se honra.
Y aunque la toga ya no esté en los tribunales, que no desaparezca del alma.

No es tiempo de resignación. Es tiempo de reacción. Es tiempo de acción.
Si el nuevo modelo exige que los jueces se presenten ante el electorado, hagamos que lo hagan con dignidad, con decoro, con verdad. Que sean promotores de su compromiso con la justicia, no bufones de la exigencia mediática. Que no busquen likes a costa de la toga, ni se viralicen en redes a costa de la dignidad. Que se presenten con la sobriedad de quienes saben que la justicia no se oferta, se honra.

Por eso, con humildad intelectual y respeto, presento este Decálogo del Candidato a Juez

No es dogma ni receta; es una brújula moral. Un compromiso con la ética en la adversidad. Un recordatorio de que, incluso en campaña, juzgar exige virtud, no popularidad.

DECÁLOGO DEL CANDIDATO A JUEZ

Una ética de campaña para quien aspira a juzgar con conciencia y virtud

1. Llevarás la toga en la conciencia, aunque no esté en tu atuendo.

La vestimenta puede cambiar, el deber no.

La toga es símbolo de vocación, no solo de investidura. Su peso no se quita con el traje, porque la responsabilidad judicialvive en la conciencia. La honra no se cuelga: se cultiva.

2. No te afiliarás ideológica ni emocionalmente a causa alguna.

La imparcialidad no tiene partido ni bandera.

El juez se debe a la ley, no a las pasiones. La virtud de la imparcialidad requiere cultivar la sobriedad interior. Una justicia condicionada es una justicia quebrada.

3. Defenderás el Estado de Derecho, aunque eso a veces sea impopular.

El verdadero juez prefiere la verdad que quite votos, a la mentira rentable.

La valentía cívica es inseparable de la función judicial. Juzgar es sostener el orden jurídico incluso contra el viento electoral. La verdad, aunque sola, es el único camino.

4. Convertirás tu campaña en una lección cívica.

Enseñarás qué es juzgar con honestidad, no solo qué cargos ocupaste.

La educación ciudadana es parte del deber público. Mostrar cómo se juzga con integridad es más importante que exhibir títulos. La pedagogía del ejemplo da sentido a la aspiración judicial.

5. Promoverás propuestas que solo puedas cumplir con la ley.

La legalidad no es un recurso electoral, es un principio rector del alma judicial.

Comprometer, Prometer y promover lo posible dentro del marco jurídico es un acto de honestidad y legalidad. Prometer lo imposible es manipular la esperanza: una forma disfrazada de corrupción.

6. No mentirás para agradar, ni gritarás para imponerte.

La serenidad es el lenguaje del juez. La prudencia, su escudo.

La virtud de la prudencia y el valor de la veracidad deben prevalecer. La serenidad es fuerza ética, no debilidad retórica. Quien miente o grita no está preparado para juzgar.

7. No denigrarás a tus pares.

La justicia no compite: se respeta, se refuerza, se honra.

La lealtad institucional exige altura ética. Desacreditar a otros envenena la deliberación democrática. El juez debe edificar el prestigio colectivo de la judicatura.

8. Te presentarás con valores, virtudes y biografía, no con espectáculo.

El juez no es actor, ni influencer, ni vendedor.

La dignidad del cargo exige sobriedad. Tu historia de vida, no tu escenografía, debe ser tu aval. La autenticidad y la templanza rechazan la teatralidad política.

9. Buscarás el voto con integridad y mensaje, no con simulación.

El marketing con valores dignifica; el marketing sin moral, corrompe.

Una campaña con ética legitima el proceso democrático. La coherencia entre palabra y vida distingue al juez que no se disfraza de político, sino que se compromete con la justicia.

10. Tratarás al ciudadano como interlocutor, no como cliente.

El respeto no se finge ni se simula: se ejerce.

La dignidad humana exige respeto genuino. La empatía y la escucha activa son herramientas del juez justo, incluso antes de emitir sentencia.

Acquisition contorno
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Más allá de la elección: la justicia como vocación

La justicia no es un oficio. Es una manera de pensar, hablar, actuar, es un destino. No se reduce al cumplimiento de un rol ni a la ejecución de un ritual. Es una manera de habitar el mundo, donde cada decisión resuena en el tejido social. Cuando se pierde esta conciencia, la ley se convierte en una cáscara vacía, la dignidad en eslogan, y la verdad en una ficción útil al poder.

Por eso, la auténtica ética judicial no se somete al vértigo de la inmediatez ni al pragmatismo de las encuestas. Es un pacto silencioso con lo intemporal. Una vocación que exige resistir la comodidad de lo funcional para custodiar el fuego lento de la esperanza. Porque aun en la noche más oscura, ejercer justicia es un acto de rebelión luminosa contra la indiferencia.

La ética del abogado, la prudencia del juez y la integridad del candidato judicial no son caminos distintos. Forman un solo hilo, invisible pero firme: el de la justicia como vocación pública, no como técnica ni ornamento. Cada palabra, cada omisión, cada decisión, va tejiendo o desgarrando ese delicado equilibrio entre ley, dignidad y verdad.

Y si algo enseña la historia, es que la verdad siempre emerge.
No hay pacto que no se haga público, ni padrino que no aparezca.
El disfraz dura poco; la justicia observa.
Por eso, más allá de esta elección y de la campaña, el mayor juicio es el que dicta la conciencia.

Este tribunal nunca cierra. Nunca olvida.

Miguel Ángel Juárez Frías es abogado, articulista, consultor político y un apasionado defensor del pensamiento como camino de acción pública.