Redacción
De origen estadounidense, con profundas raíces hispanas y una trayectoria marcada por el servicio misionero, el cardenal Robert Francis Prevost Martínez fue elegido como el nuevo Papa y ha asumido el nombre de León XIV. A los 69 años, se convierte en el primer pontífice de la Orden de San Agustín y el segundo americano en la historia, tras el argentino Francisco.
Nacido el 14 de septiembre de 1955 en Chicago, Illinois, Prevost es hijo de Louis Marius Prevost, de ascendencia francesa e italiana, y de Mildred Martínez, de origen español. Su infancia y juventud transcurrieron entre estudios religiosos y académicos: se graduó en Matemáticas y Filosofía en la Universidad de Villanova y obtuvo su formación teológica en la Catholic Theological Union de Chicago. En Roma se doctoró en Derecho Canónico y fue ordenado sacerdote en 1982.
Su vocación lo llevó al Perú, donde permaneció más de una década como misionero en Trujillo. Ahí fue formador, párroco y vicario judicial, dedicándose especialmente a las comunidades más necesitadas. Fue una figura clave en la consolidación de la presencia agustina en la región, tanto en el ámbito pastoral como en la formación de nuevos religiosos.
En 1999 fue elegido Prior Provincial de su congregación y dos años después, Prior General de la Orden de San Agustín, cargo que ocupó durante doce años. En 2014, el Papa Francisco lo designó obispo en Chiclayo, Perú, donde fortaleció la vida pastoral de la diócesis y participó activamente en la Conferencia Episcopal Peruana.
Su ascenso en la Curia Romana se consolidó en 2023, cuando fue nombrado prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Fue creado cardenal por Francisco en septiembre del mismo año. A lo largo de su carrera, ha participado en diversas asambleas sinodales y ha sido miembro de múltiples dicasterios vaticanos.
Con un español fluido y un profundo conocimiento de la realidad latinoamericana, el nuevo Papa representa una figura de puente entre culturas y continentes. Su lema episcopal, In Illo uno unum (“En aquel uno, uno solo”), refleja su visión de unidad en la diversidad dentro de la Iglesia.