Así era el “perreo” en España durante el Siglo de Oro

Redacción

Una de las preocupaciones que resonaban en la monarquía hispánica alrededor del 1600 era la capacidad que mostraban sus súbditos al momento de su alegría y desenfreno.

Entre los años 158 y 1620, diversos bailes comenzaron a surgir entre las tabernas y barrios marginales, hasta que se expandieron por conventos, iglesias y palacios.

Dichos bailes implicaban movimientos “más libres de los brazos y los pies”, de acuerdo con González de Salas, quien escribió sobre ello en Nueva idea de la tragedia antigua, en 1633.

Aunque suene como algo natural o alegre, estos bailes provocaron un escándalo tal que aquellos que se atrevieran a realizar tales movimientos eran castigados con 200 azotes y 6 años de galeras.

Los intentos por sancionar y ocultar estos bailes fueron poco efectivos. En 1590, Juan de Mariana escribió un extenso texto contra lo que se surgió como la zarabanda:

“Ha salido en estos años un baile y u cantar tan lascivo en las palabras, tan feo con los meneos, que basta para pegar fuego aún a las persona muy honestas (…) se representan no sólo en secreto, sino en público, con extrema deshonestidad, con meneos y palabras a propósito, los actos más torpes y sucios que pasan y se hacen en los burdeles, representando abrazos y besos y todo lo demás con boca y brazos, lomos y todo el cuerpo”, explicó en sus textos.

Otros personajes como Pedro Sánchez, canónigo de la Catedral de Toledo cuestionó en Historia moral y filosófica (1590): “¿Qué cordura puede haber en la mujer que, en estos diabólicos ejercicios, sale de la composición y mesura que debe a su honestidad, descubriendo con estos saltos los pechos y los pies y aquellas cosas que la naturaleza o el arte ordenó que anduviesen cubiertas?”

Miguel de Cervantes Saavedra también hizo referencia a la zarabanda en sus Novelas ejemplares, escribiendo frases como “el endemoniado son de la zarabanda”.

Las críticas a estos bailes también señalan gestos obscenos, que probablemente representaban actos sexuales y donde incluso, se llegaban a mostrar los propios atributos de los danzantes. Con ello, pareciera que no era la música la que causaba tantos problemas en la sociedad, sino los textos y la gestualidad.

Paradójicamente, surgieron las zarabandas religiosas, que contenían una melodía del baile y estaban acompañadas de algún remedo de la gestualidad original.

Aunque la zarabanda fue erradicada por la monarquía hispana, no se evitó su difusión por el resto de Europa y terminó convirtiéndose en una de las principales danzas cortesanas.

El erotismo pudo haber sido una de las causas de su éxito, como ilustra la anécdota de un enamorado Cardenal Richelieu que, en su afán por cortejar a la reina Ana de Austria, llegó a bailar la zarabanda en privado para ella, vestido de terciopelo verde, con cascabeles de plata en los tobillos y tocando las castañuelas, como narra en sus memorias el conde de Brienne, que fue su Secretario de Estado.

Actualmente se conservan muy pocos poemas y acordes de guitarra de dichos bailes y lo que se conoce es el resultado de la combinación de piezas restauradas.

Con información de Grandes Medios