22 de marzo del 2019 no se olvida

Desde mi balcón

Jorge Arturo Ferreira Garnica

Aguascalientes, Ags.- El próximo 22 de septiembre se cumplirán 56 años de mi ingreso como obrero de la seguridad social al Instituto Mexicano del Seguro Social. Luego de 25 años de servicio, el 6 de abril de 1988 fue dictaminada mi invalidez por un síndrome respiratorio que me había postrado durante casi veinticuatro meses. Meses atrás de ese dictamen, el jefe de Medicina del Trabajo a nivel nacional me informó personalmente que estaba imposibilitado para seguir trabajando. Sin duda alguna, a partir de ese momento se me consideró parte del nutrido grupo de pensionados por invalidez contemplado en la ley del IMSS y en el Contrato Colectivo de Trabajo.

El día veintidós de septiembre del año mil novecientos sesenta y tres quedó grabado en mi memoria como algo digno de recordar, no sólo por mí ingreso, sino en virtud de que algunos integrantes de mi familia por el lado Garnica, apellido que me viene del árbol materno, habían participado en la fundación del IMSS en el ámbito nacional y posteriormente en el local en el que doña María Soledad Garnica Tamayo, mi ya difunta madre, no sólo fue la primera empleada de base aquí en Aguascalientes, sino a su vez integrante de la primera gestión sindical que surgió a raíz de tal acontecimiento, denominada en ese entonces Delegación Foránea Autónoma Número Ocho, debido a que, por el número de afiliados no alcanzaba el rango de Sección Sindical como lo es ahora.

Por otra parte el Médico Epidemiólogo originario de la ciudad de Guanajuato, Luis Daniel Macías Gutiérrez es a quien se le debe la implantación del régimen de la seguridad social en la entidad, y no al también médico y singular amigo, que también ya voló al infinito, José Luis Ávila Pardo como está grabado en una placa que colocaron en el pórtico del Hospital General de Zona # 1, ya que fue Macías Gutiérrez en quien recayó la responsabilidad delegada por las autoridades centrales del IMSS para iniciar los estudios de factibilidad y la apertura a la afiliación de trabajadores urbanos y rurales; así mismo, fue quien dirigió los trabajos para que fuese instituido el régimen aludido, para lo cual inició las primeras contrataciones del personal que iniciarían la prestación de los servicios médicos Estos servicios médicos se iniciaron de forma indirecta, a través de la Unión Médica del Estado de Aguascalientes, de la cual también fue promotor y fundador como obra en documentos que tengo en mi poder; historia de la cual hablaré en otra entrega. De ahí la importancia de la fecha y de ahí mi orgullo y satisfacción de servir a la comunidad de afiliados al Seguro Social, puesto que, Seguridad Social y Seguro Social siempre fueron términos que escuché desde mi niñez y aun reverberan en mi vida.

Durante mi desempeño laboral tuve la oportunidad de acudir a múltiples cursos de capacitación merced a los cuales pude ascender en el escalafón, pero también el haber sido invitado a trabajar en la esfera nacional como asesor o supervisor de archivos clínicos, administración y servicios generales, área en la que permanecí poco más de dos años, pues con un nuevo cambio de autoridades esta área desafortunadamente desapareció. Y digo desafortunadamente, porque el grupo que la conformábamos era un grupo compacto y completo para cumplir la misión encomendada, lo integraban un médico como cabeza del grupo, una enfermera general, una enfermera sanitarista y el que narra. El país estaba dividido en cinco regiones. Éramos especialistas en nuestras áreas, en virtud que las conocíamos a fondo, condición sine qua non para las actividades de supervisión. En la práctica aportamos nuevos conceptos, simplificamos diversas actividades y también aportamos soluciones de manera interdisciplinaria que en la mayoría de las veces ayudaban y hacían más dinámico y menos complicado el quehacer de quienes se desempeñaban en la operación cotidiana. En pocas palabras, analizábamos problemas y sugeríamos vías de solución que en incontables ocasiones, por no decir que en todas, quedaron asentadas en los manuales de las áreas respectivas. Simple y llanamente aportábamos experiencia, creatividad y conocimiento, para que la atención a los derechohabientes fuese cada día más pronta y expedita y de mejor calidad.

No es mi intención narrar mi historia laboral en el IMSS, sino sólo utilizarla como referente para describir un suceso que viví hace unos días en el Hospital General de Zona número uno (HGZ#1), esto es, el viernes 22 de marzo. Tal suceso es el siguiente: El día doce de diciembre de 2018 mi médico familiar adscrito a la Unidad de Medicina Familiar número siete, me expidió una interconsulta a traumatología para HGZ # 1, la cual me fue proporcionada para el viernes 22 del mes aludido, a la cual asistí en tiempo y forma, pero no me fue proporcionada ni en tiempo ni en forma, ya que fue diferida para el 15 de mayo del presente año, bajo el supuesto de que al traumatólogo no le fue posible atender su consulta externa previamente citada, por estar en una cirugía, según versión de una auxiliar de consultorio. Éramos dieciséis los pacientes enlistados en la 4-30-6, es decir, el formato en el que se anota a todos los pacientes. Todos sin excepción nos quedamos estupefactos y con un sentimiento de impotencia por la falta de atención, información y solución de parte de las autoridades hospitalarias, y darle una salida racional y aceptable a los 16 “pacientes” que demandábamos y demandamos esa atención médica especializada. Atención que todos los ahí presentes, ya habíamos estado esperando al menos durante dos meses o en algunos casos todavía más, y debido a este diferimiento dicha espera se extendió por dos meses o quizá más.

Recuerdo que durante mi vida laboral activa en esa unidad médica y en las que visité como supervisor, se le dio solución a problemas de esa índole prorrateando los pacientes a los médicos de la misma especialidad si la había. O bien, era atendida por el jefe del servicio, solución que fue parte de una de tantas aportaciones nuestras; lo que significaba que siempre, lo que se dice siempre, había una atención de parte del director del hospital o del jefe de servicio para solucionar un problema de tal naturaleza. Ahora es diferente, es una época en la que posponer una consulta de cualesquier especialidad, pese a que se ha venido esperando por meses, para el cuerpo de gobierno de una unidad médica no significa nada, salvo el diferimiento de esa consulta, y no un problema de suma importancia. Si se pensará en que la sintomatología o estado de salud del paciente es muy diversa, y en un buen número de casos requiere de la inmediatez del servicio, seguramente evitaría mayores complicaciones o incluso la pérdida de vidas, y estos “jerarcas” cumplirían cabalmente con su postulado, el cual rentaron como fuerza de trabajo a la institución, y de paso siempre habría quien solucionara ésta y todas las suspensiones de consultas que se suscitaran.

Este tipo de problemas, que es el pan de cada día, requiere ser analizado a fondo, justo como debe de ser cuando de la salud de un ser humano se trata. Quizá no hayan reflexionado nunca en que una situación así, es una falta grave, y tan graves es, que viola uno de nuestros derechos fundamentales que nos otorga nuestra Carta Magna, concretamente el relativo al derecho a la salud, derecho al que todos debemos tener acceso y no nada más en el papel. En otras palabras, es una violación a lo que ahora se conoce como derechos humanos, que ampara a todos los mexicanos que hayan pasado o estén pasando por algo igual, que es el derecho a recibir una atención médica oportuna, de calidad y con calidez humana como reza en los principios médicos que se exhiben en los carteles que están colgados en todas las unidades médicas del IMSS.

En lo que a mi compete, no quise mover el agua por dos razones, la primera, por el cariño que aún le guardo a la institución que me formó no sólo laboralmente sino también como ser humano, algo que no veo que tengan en el presente las autoridades médicas del IMSS, pues podrán ser todo lo que quieran y puedan ser, menos humanas, pues sucesos como el aquí relatado se dan todos los días en todas las unidades médicas locales, y me atrevo a decir que en todo el sistema. Y la segunda, por el impedimento físico para deambular y por el que fui canalizado a ese servicio para ser diagnosticado con eficacia y prontitud. Pero como dije líneas arriba, antes había quien daba solución a toda la problemática que surgiera en el ámbito médico, y en otros ámbitos, pero veo que ahora no es algo digno de tomarse en cuenta, con todo y que es una violación expresa de uno de nuestros derechos fundamentales. Al diferir la atención de estos pacientes, lo único que se obtiene es aumentar la fila de espera de un inimaginable número de pacientes que también demandan atención especializada, y a su vez el agravamiento de algunos enfermos e incluso la muerte, e indudablemente mayores complicaciones para solucionar sus padecimientos, incrementado los costos para el enfermo y supongo que por consulta. Finalmente todo repercute en el dinero. Quizá por estas y otras negligencias la institución ha estado enfrentando complicadas crisis financieras.

Quien quite y ahora que se han contratado 89 especialistas, como anunció con bombo y platillo el delegado estatal Diego Martínez, este tipo de faltas, por no decir, ni violaciones ni arbitrariedades, se corrijan, aunque se nota que este funcionario solamente le importan los número bonitos, esos que visten y hacen creer lo que no es; por ejemplo, el número de consultas, atenciones, cirugías etcétera, etcétera, que se otorgan; me parece que también tendría que dar a conocer los otros números, esos que ponen en evidencia y que muestran la ineptitud para dirigir una institución, y con ello me refiero a consultas no otorgadas, postergadas, negadas, así como cirugías suspendidas y otro gran número de linduras que al parecer saben ocultar o disfrazar muy bien, puesto que, no les conviene que salgan a la luz pública, porque saben bien que en ello estaría en riesgo su permanencia. Esa es la otra cara que no conocemos pero que todos intuimos y deseamos conocer.

El veintidós de marzo nunca se me olvidará, pero por razones diferentes al 22 de septiembre de 1963, pues ambas son antagónicas, una es de ingrato recuerdo y la otra es todo lo contrario como ya quedó manifiesto en el cuerpo emborronado de estas cuartillas.

Quiero enfatizar que durante mis años de servicio nunca abusé de mi calidad de trabajador para hacer uso de cualesquier servicio, siempre fui respetuoso del tiempo de los demás, esperando mi respectivo turno.