Técnicos campeones del mundo transmiten sus conocimientos

Redacción

MÉRIDA.- Para Chucho Ramírez no hay contradicción en los usos del pasado. Una década después del campeonato Sub 17 comprende que el ayer no es menos actual que el presente y, eventualmente, la responsabilidad es mayor con dos títulos juveniles y una medalla de oro olímpica.

“¿Qué espera la gente?”, se pregunta Ramírez. “Pues espera éxito, no espera otra cosa, porque ya lo vivió, ya lo palpó. Porque una copa del mundo ya la tuve en mis manos. Si te das cuenta, hoy a la gente no le cuesta trabajo pensar que podemos ser campeones nuevamente, porque ya es algo que se generó. Pero los siguientes logros no vienen en automático, los que tienes que volver a pensar y trabajar”, refiere.

El director técnico campeón del Mundial de Perú 2005 busca arterias entre ese éxito con lo que ahora ocurre, concretamente desde sus responsabilidades actuales como vicepresidente deportivo de los Venados de Yucatán, del Ascenso MX, y como observador permanente de torneos y jugadores juveniles.

“Yo doy muchas conferencias y veo que la gente sigue ilusionándose por conseguir cosas. Mucha gente me dice: ‘Oye, yo pensé que no iba a ver a México campeón’. A través de lo que hiciste, yo estoy convencido de que puedo lograr cosas importantes. Algo que se logró en todo este proceso fue autoestima. Si no hay autoestima, no hay manera de pensar en grande.”

De alguna manera, el ejemplo se ha generado desde abajo. Desde las bases, en los inicios, cuando, precisamente, se empiezan a concretar los sueños de futbol.

“De niño no te das cuenta cómo funciona todo esto. A veces lo atribuía a la suerte, a situaciones, a momentos. Tuve una infancia complicada, de carencias, pero me fortaleció mucho la educación de mis papás. Además, tuve la posibilidad de vivir una niñez muy pegado a Hugo Sánchez. Tendríamos unos 11 años y todas las ilusiones y deseos de chavitos, pues hoy son realidad. Pero no es suerte. Simplemente es la consecuencia de mi estado mental. Es la consecuencia de lo que ha pasado por mi mente, así como los fracasos, es lo mismo, no solamente en los éxitos. Yo quiero trasladar eso, quiero transmitirle a los chavos que esto no es cuestión de suerte, de religión; es cuestión de un trabajo”, refiere Ramírez.

En este nivel, en el de los juveniles, ¿qué tanto un entrenador debe ser paternal o un maestro?

“Yo creo que son estilos. El papá enseña, corrige, es amoroso, firme; eso es lo que debe tener un técnico. No puedes ser ni el buena onda ni el mala onda. Tienes que realmente transmitir para que el equipo lo tome como suyo y lo pueda trasladar a la cancha. Si el técnico no es capaz de transmitir algo, el equipo no juega a nada.”

Chucho Ramírez rompió un paradigma del futbol mexicano y estableció otro, pero no rehuye a lo que el sabor de la victoria trajo.

“No sé si llamarle presión. Yo lo llamaría compromiso. Esa parte todo jugador la debe saber. Yo creo que la difusión que tiene el futbol es mayor a la de cualquier otro deporte. Yo veo juegos de chavitos y sé que los jugadores son un canal. Tú de niño decías: ‘Yo quiero ser como Hugo Sánchez’. Ahora dicen: ‘Yo quiero ser como Chícharo, como Vela’”.

Raúl Gutiérrez

Raúl Gutiérrez llegó en 2009 a las selecciones menores. No le dejaron pistas del título Sub 17 conseguido en 2005 y comenzó todo de cero, aunque desde joven tuvo la vocación de la enseñanza.

“Estudié en la Normal, ahí me decían ‘Erasto’, por mi segundo nombre. Luego di clases a quinto y tercero de primaria, matemáticas y español. Hacía dos horas de Pedregal de Santo Domingo a Ciudad Neza, donde enseñaba.”

Pero se le metió el asunto del futbol y salió campeón con el Atlante, además de jugar con el América y la Selección Nacional.

Al retirarse, casi en silencio, Raúl Gutiérrez fue consejero y escultor de varios jóvenes: “Con los chicos de la Universidad del Estado de Puebla hice un gran laboratorio. Comprendí la forma de hablarles, de entender su mundo y sus necesidades”.

De esa forma, sabe cuándo tiene que ser volcánico al transmitirles una órden o un macizo iceberg para aconsejarles sobre alguna contrariedad fuera del campo.

“No es el mismo lenguaje que se ocupa con una chico de 15 años al que se maneja con un veterano de 30. Ambos son futbolistas, pero la visión de la vida es distinta. En ese entorno aprendí mucho de la escuela primaria y de los universitarios que dirigí por varios torneos en diferentes partes del mundo.”

Gutiérrez no economiza energías cuando se trata de sus chicos. El Twitter, una de sus referencias, está lleno de refranes y reflexiones porque sabe que sus chicos lo buscan por ese medio.

“Me gusta pensar a futuro. Lo que pongo en Twitter es para que encuentren, quizá, una solución a lo que les acongoja. A lo mejor no tienen la necesidad de llamar, pero una buena frase que lean los puede hacer cambiar.”

Durante la Copa del Mundo Sub 17, en México, en 2011, Potro Gutiérrez, de 49 años, ya sin coleta de caballo en el pelo y barbado, un poco mayor en apariencia, se retozaba de felicidad en el cine con sus muchachos en plena competencia.

“Son cosas habituales. Veíamos Harry Potter y Transformers porque eran adolescentes más allá de futbolistas. Ahora bien, se los dije en el discurso antes de la final ante Uruguay: ‘El que crea que ya llegó por ganar un Sub 17, está equivocado, el camino apenas empieza’. No me gusta mucho la forma en que se les dan las oportunidades en Primera División, pero es obvio que el que entrene y se esfuerce a diario podrá estar en algún equipo.”

No puede Raúl Gutiérrez contra la maquinaria pesada que rige el futbol mexicano. El espacio que devoran extranjeros y naturalizados, limita a los chicos que él visorea a diario y sabe que no hay muchas soluciones.

“Una es seguir quedando entre los primeros cuatro en competencias Sub 17 para que los clubes den oportunidades.”

Es, a pesar de las adversidades, un hombre que no pierde el apetito por las victorias. Ahora en puerta tiene los Juegos Olímpicos de Río.

“Ya es diferente, vamos como favoritos y eso genera responsabilidad, pero también otra forma de entender los retos a seguir”, concluye.