Reflexiones irreflexivas

Desde mi balcón

Jorge Arturo Ferreira Garnica

Aguascalientes, Ags.- El pasado miércoles ocho de los corrientes Andrés Manuel López Obrador recibió la constancia de Presidente Electo, luego de que el TEPJF realizó la declaratoria de validez de la elección de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Con este acto simbólico y solemne dará inicio de manera formal el proceso de entrega recepción de la administración pública federal. También con este simbolismo de que ha sido investido el carismático líder de MORENA, iniciará una serie de actividades todas ellas encaminadas a ir preparando el terreno por donde habrán de transitar algunos, si no es que todos, los cambios que ha venido anunciando; cambios mediante los cuales intentará darle un brusco giro al sistema político mexicano, sin menoscabo de que algunos de estos no sean más que meras ocurrencias. Y también bajo esta discutible figura, tendrá acceso “legalmente” a una partida presupuestal de poco más de ciento veinte millones de pesos para sufragar los “gastos de ese procedimiento bastante cuestionable”. ¿Por qué en este caso no actúo, negándose a recibirlo, como en otros tantos también relacionados con el dinero? …Cosas veredes  Sancho para ser contadas…

Quizá esta irreflexiva reflexión no tenga coherencia alguna, ni nada que se aproxime al rigor del análisis político, envuelto en la mesura, la sensatez, la sabiduría y el buen juicio, es decir, en el sesudo estudio de los hechos, pues no tengo la formación para ello. Por lo tanto mi reflexión, no es otra cosa que una mera suposición, entendida como la posición –en la oración- de algo en lugar de otra cosa. De tal suerte que la victoria electoral de AMLO, me recuerda cuando Vicente Fox Quesada ganó la Presidencia de la República, tras haber derrotado a su adversario Francisco Labastida Ochoa candidato del PRI, partido que había ejercido el poder durante setenta y un años. Andrés Manuel también logró derrotar al PRI que por primera vez era alternancia en el gobierno, y que sólo duró seis años. Su triunfo electoral es altamente significativo por la contundencia del resultado. Pero no es el momento ni el espacio para hablar de esa elección, sino de su consecuencia, y de la oportunidad que esta consecuencia le presentó al ya Presidente Electo. Exactamente la misma que se le presentó a Vicente Fox e incluso a Felipe Calderón. Como todos sabemos, las oportunidades sólo se presentan una vez en la vida, y estos tres personajes las han tenido y los tres la dejaron escapar.

En su momento, Fox, bien pudo realizar el verdadero cambio político que México tanto venía y viene anhelando. Sólo bastaba con que hubiese convocado a todas las expresiones políticas, sociales y de toda índole, para sentarlas a la mesa y haberles planteado una sola pregunta y a su vez propuesta: “Qué país quieren que construyamos”. Palabras más, palabras menos, este hubiese sido un excelente punto de partida para haber construido desde los cimientos un nuevo sistema político que verdaderamente respondiera a los reclamos y necesidades de todos los mexicanos. Es decir, un verdadero proyecto de Nación. No lo hizo. Tampoco su sucesor, Felipe Calderón, y ahora veo que tampoco AMLO lo hará, aunque por momentos pareció acercarse. Los tres desperdiciaron la oportunidad política e histórica de sus vidas. Cada uno actúo conforme a sus ambiciones personales, pero también a sus limitaciones, esto es, a su propia naturaleza. Cada uno quiso brillar con luz propia, con base en su propia visión de gobierno y de Estado. Yo supongo que cada uno soñó, -el actual sigue soñando- con ocupar un preponderante lugar en la historia. De los dos primeros ya conocemos los resultados de sus gobiernos. Los ciudadanos nuevamente fuimos defraudados por el partido que nos había sembrado la semilla de la esperanza, y nos falló. Luego le dimos una oportunidad más al partido que nos había gobernado setenta y un años, pensando que al menos los gobernantes de este partido habían sido quienes habían construido el México que todos conocemos y que, luego de doce como oposición, quizá habrían rectificado sus errores y desviaciones políticas. Pero el PRI y su presidente Peña Nieto no respondieron a esta esperanza colectiva, y nos quedamos con nuestras expectativas y legítimos reclamos, amén de todo ese cúmulo de necesidades impostergables. Sólo era cuestión de crear condiciones más justas y humanas. Es decir una manera diferente de gobernar, bajo reglas políticas más eficientes y eficaces además de incluyentes.

A estos decepcionantes resultados del panismo en el gobierno y de la fallida oportunidad del PRI, debe López Obrador el haber ganado la elección. Elección que este miércoles concluyó con la emisión y a la vez recepción de la constancia de Presidente Electo. Pero que, con toda seguridad, una vez que al aún virtual presidente tome posesión e inicie su gestión gubernamental, nada pasará en este país salvo aquello que se geste merced a sus pueriles, insulsos y tan cacareados cambios. Bajar salarios, otorgar becas a jóvenes y pensiones a los adultos mayores, descentralizar la administración pública reubicando secretarias de Estado en diversa entidades federativas, negándose a tener protección personal del Estado Mayor Presidencial, y muy particularmente integrar una Guardia Nacional con el Ejército, la Fuerza Área y la Marina bajo un solo mando, no es cambiar el sistema político mexicano, que es lo que prometió y que nos está urgiendo como Estado Nación. Lo que estos cambios sí provocarán, será, miles o quizá millones de inconformidades y conflictos no sólo del ámbito laboral, sino de todo orden. De los cuales, aquellos que por ser muy sensibles, habría que abordarlos con suma prudencia, como los que pretende realizar con las fuerzas armadas. De ahí, que supongo una vez más, que lo único que habrán de propiciar además de un descontento general en la esfera social que por ahora no está creando conflicto alguno, al agregarle más enojo y frustración, será incrementar la crispación e irritación, factores que fueron decisivos para haber llegado a la tan ansiada Presidencia de México. En este país todos sabemos que con las fuerzas armadas no se juega, incluso siendo el Comandante Supremo como pronto lo será. Tampoco se juega con el ánimo colectivo, pues ya de por sí el horno no está para bollos y atizándole más leña, lo único que se logrará es hacerlo explotar.

Desde la campaña electoral López Obrador ha ponderado la figura de algunos de nuestros grandes héroes como Hidalgo, Juárez en los que incluye al expresidente Lázaro Cárdenas, entre algunos más. Quizá por ello es que ha llamado a todo este galimatías político: “La cuarta transformación de México”, con base, según él, en la democracia participativa. Ojo con el abuso de esta figura de participación ciudadana, pues utilizarla al arbitrio marginaría al Poder Legislativo de su función sustantiva de legislar, con el consecuente desequilibrio entre poderes. Por esta y muchas más razones yo sigo suponiendo en mi muy, pero muy subyacente inconsciente, pues ahí es en donde alojo la temeraria idea de que el señor López Obrador sueña en convertirse en un héroe de la historia mexicana, pero al no existir las condiciones ni poseer las polentas para ello, él las está creando. Y las está creando no tan sólo para parecer ese héroe de sus quimeras y arrebatos, sino para convertirse en un mártir y así trascender como el que quiso reformar este país, pero que ocultas y oscuras fuerzas se lo impidieron, por no decir que la mafia del poder, porque él ya es parte de esa mafia.

¿Por qué se me ocurrió esta loca y perturbadora idea?

La respuesta salta a la vista. Con toda estas readecuaciones que está pensando realizar, y particularmente con aquello de mandar a las filas del Ejército, al Estado Mayor Presidencial, bajo la ocurrencia de que él no tendrá guardia personal; ocurrencia que de cumplirla, lo dejaría como barco de papel en medio del océano. En otras palabras, un blanco fácil para sus adversarios. Por todo este embrollo, es que no me parece descabellado su secreto y oculto despropósito de ser ultimado en el intento de imponer sus desatinados cambios, más que sus no pocas lúcidas promesas. Me parecía más sensato, prudente y mesurado haberse sentado con las fuerzas vivas de nuestra Nación a planear qué tipo de país aspiramos, y bajo qué sistema político queremos ser gobernados. Un trabajo plural e incluyente sin tanto desgaste ni riesgos tan visibles, ni sobresaltos para la población. No despertemos al México bronco, nos dices desde su tumba don Jesús Reyes Heroles.