‘Policías me obligaron a desnudarme’ dice esposa de ‘El Chapo’

Vanguardia

En abril pasado, semanas después de que el juez Brian Cogan declarara culpable a Joaquín Guzmán Loera, el corresponsal de Proceso J. Jesús Esquivel –quien cubrió el juicio seguido contra el capo sinaloense– ordenó la información recabada en las 38 audiencias y escribió el libro El juicio. Crónica de la caída del Chapo, publicado recientemente por Grijalbo.

El volumen incluye una entrevista con William Purpura, uno de los abogados del acusado, y otra con la esposa de Guzmán Loera, Emma Coronel.

En entrevista con el periodista,Emma aseguró que el agente que estuvo a cargo de la operación en la que detuvieron a su esposo, en 2014, se burló de ella, pues mientras tenían en una camioneta con los ojos vendados, el agente se acercó a ella y se mofó de la situación.

Ante dicha actitud del agente, Coronel decidió contestar: “ya era hora de que hicieran su trabajo”. No obstante, dicha frase le molestó al funcionario e intentó golpearla, pero sus compañeros lo impidieron.

“Me quiso pegar, pero los demás lo detuvieron y le dijeron ‘ no, no, ya vete, quítate’ Y se los llevaron y los que estaban manejando me dijeron ‘no, no, tranquila, no les digas nada es que ellos son muy…”,detalló la ex modelo de belleza.

Asimismo, Emma Coronel afirmó que los agentes que ejecutaron la operación la obligaron a desnudarse frente a ellos mientras la ofendían verbalmente. Además, durante ese tiempo no le permitieron ver a sus hijas, quienes no paraban de llorar en la habitación contigua.

La esposa del narcotraficante resaltó que no quiso denunciar las acciones emprendidas por los oficiales, debido a que tenía miedo y porque “no quería hacer más escándalo del que ya había”.

La entrevista con Emma Coronel

–Emma, ¿cómo viste el juicio de tu esposo, Joaquín El Chapo

Guzmán? ¿Qué te llevas?

–¿Qué me llevo? ¡Con que me lleve a Joaquín! Con que me lo llevara a él estaría bien… –responde, entre risas.

–Sigue, sigue.

–Espérese, vamos a empe­zar de nuevo. Fue un chasca­rrillo.

–Es que esa respuesta re­fleja que eres una mujer…

–Namás quise bromear. Es que me pone nerviosa cuando le aplasta ahí –dice, refirién­dose al botón de rec de mi grabadora.

Ella misma retoma el hilo.

–Cada día fue diferente, hay días que me sentía triste, que me sentía cansada. No voy a negar que me daba tris­teza cuando escuchaba a per­sonas decir tantas cosas que supuestamente ellos sabían del Señor… Claro que me daba tristeza escuchar cómo unas personas que supuestamente se decían sus amigos hablaban tan mal de él.

–¿Te sentiste traicionada?

Piensa un instante y dice:

–Pues es que no estaban hablando de mí los testigos, estaban hablando de él. Trai­cionada directamente, no. Y a través de él tampoco, porque, eh, en el juicio no se habló nada que yo no supiera.

–Y cuando escuchabas a los fiscales tan fríos, enfo­cados en señalar a tu esposo como el responsable de todo lo que ocurre en México, ¿qué pensabas?

–No me lo tomé tan perso­nal. A fin de cuentas es su tra­bajo: es el gobierno, es la cara que tienen que presentar. Es el papel en que se tienen que me­ter, y no van a venir a hablar bien de él. Durante años han dicho tanta cosa de él, ¡ahora era cuando tenían que lucirse, hacer el show y demostrar jus­tamente tanta cosa…! No, no esperaba que hablaran bien de él. No esperaba menos.

–¿Tú ya estabas preparada, entendías más o menos lo que iban a decir de tu esposo?

–Cosa por cosa, no; pero más o menos sabíamos los te­mas de los que estaba acusa­do, de lo que iban a hablar. Es como cuando uno se mentaliza a que va a hacer frío o va a ha­cer calor, y va preparado para ciertas cosas. Nada me sor­prendía aunque no conociera a detalle cada cosa.

–Tú también te convertiste en un factor de atención para los medios.

–No sé por qué, si yo me comporté como cualquier per­sona normal. Muchas veces yo decía: “Pero pues la atención está allá, Joaquín está allá, los testigos están allá…” Hasta ahorita no entiendo por qué hay mucha atención sobre mí, si no me veo del otro mundo.

–¿Eres una mujer normal?

–Yo me considero una mu­jer normal.

–Como esposa, ¿qué ha­ces?

–¿Como esposa qué hago…?

–Sí, ¿haces de comer, plan­chas…?

–No sé hacer enchiladas –se carcajea–. No sé cocinar, pero me considero una persona nor­mal, ¿eh?, como cualquier per­sona que tiene su esposo, que tiene sus hijos, que tiene su casa, que lleva a sus hijos a la escuela, que va al gym, que va al súper, que va a la farmacia. Todo normal, lo que yo veo en todas las mujeres normales. Eso es lo que yo soy.

Le reviro:

–La diferencia, Emma, si me perdonas…

–A ver…

–Es que eres la esposa del Chapo Guzmán. Y estamos hablando del juicio al que al­gunos medios han calificado como “el juicio del siglo”.

–Sí, he escuchado.

–¿Te incomodaba esto? La atención que tú generabas.

–Un poquito, la verdad. Soy una persona que no está acostumbrada a estas cosas y que no la está pasando bien. Para mí no es como lo ven las personas de afuera o los perio­distas. Para mí no es asunto de noticia o morbo. Yo estoy sin­tiendo, porque es mi familia. Claro que hubiera preferido mil veces la tranquilidad, estar anónima…

–Queramos o no, quieras tú o no, y lo quiera él mismo o no, Joaquín es una leyenda en México. Forma parte de la his­toria tanto judicial como crimi­nal del país. El ver un desfile de los que fueron sus amigos y socios, y que ahora hayan ve­nido a acusar a tu esposo, ¿qué crees que le significa, tú que conoces a tu esposo?

–Estoy segura de que no se lo toma personal, que sabe que ellos están arreglando sus pro­blemas echándole tierra a él.

–Pero, por ejemplo, yo sí le noté reacciones distintas… Hubo algunos testigos que no le importaron, incluso a al­gunos los saludó bien, pero a otros no, como Christian Ro­dríguez, el colombiano.

–Yo no conozco a Chris­tian ni lo conocí. No, no sé qué contestarte en ese aspecto.

–Pero, por ejemplo, otra persona que sí estuvo muy cercana a Joaquín fue su com­padre Dámaso.

–No podemos omitir ese tema –se ríe.

–Dime lo que quieras, ríe­te, pero se notaba hasta cierto respeto de parte de él hacia tu esposo…

–Pues le ha de tener…

–Cuando le decía “mi com­padre” se veía que lo decía de corazón…

–Ha de ser de corazón, cuando me decía “comadre” me lo decía de corazón –y vuelven las risas.

–Bueno, cuando hablaba de “mi compadre”, ¿qué pensaste tú? Te lo voy a preguntar de otra manera, ¿tú tenías aprecio por tu compadre?

–Claro.

–¿Y verlo ahí?

–Es fuerte. Es algo fuerte que sentí, no puedo decir que odio… decepción, tal vez de­cepción, y sé que tampoco la está pasando bien. Él igual está en la cárcel, alejado de su familia, tiene a su hijo en la cárcel. También siento pesar.

–Se notaba familiaridad entre ustedes, entre los com­padres. Se notaba como que había cariño. Nunca habló con desdén de tu esposo y mucho menos cuando dijo, así como con orgullo: “Soy padrino de sus hijas”.

–Pues sí… No sé qué cir­cunstancias lo llevaron a es­tar ahí (testificando contra El Chapo), pero sé que no fue en­cantado de la vida. No sé qué le prometieron: sé que no iba encantado de la vida.

–¿Lo veías, digamos, obli­gado?

–Pues sí, de cierta manera. Yo no sé qué le prometieron, tal vez cosas para su hijo, y uno por un hijo es capaz de hacer lo que sea. Por eso yo no los juzgo ni tengo ningún rencor para na­die, ni me tomo nada personal, porque yo no sé cómo la estén pasando ellos o qué los llevó a tomar esas decisiones.

–¿Has sentido miedo? ¿La esposa del Chapo Guzmán ha sentido miedo?

–Eh, ¿miedo en qué aspec­to?

–Miedo de que te puedan detener, que te puedan interro­gar, que te puedan hacer algu­na cosa.

–Miedo de estar en la cár­cel, no, porque yo no he come­tido ningún delito. Yo ya esta­ría presa aquí o allá si tuvieran pruebas. ¿Miedo a que de re­pente pudieran detenerme, que me pudieran golpear para que les diga lo que ellos quieren? Pues así le pasó a mi familia. Mi hermano fue torturado.

–¿Quién lo torturó?

–La Marina, en Culiacán.

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