Mover las cejas: Cómo la evolución nos ha ayudado a mejorar nuestras expresiones

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Las cejas sirven para proteger a los ojos de los rayos solares, la lluvia y el polvo. No obstante, poder alzarlas como señal de desconfianza, arrugarlas para expresar rabia o moverlas con gracia podría haber concedido a los humanos un significativo beneficio evolutivo, según una investigación publicada por un equipo de antropólogos británicos en la revista Nature Ecology & Evolution.

Los científicos de la Universidad de York estiman que los acentuados y caracterizadores arcos superciliares (la pronunciada zona ósea bajo la frente) y la abultada área pelosa que distinguieron a los primeros homínidos representaron una señal de dominación física y, a medida que se aplanó y se hizo menor el tamaño del rostro humano, las cejas que hoy conocemos nos ayudaron a mejorar y diversificar nuestras emociones.

“Reemplazamos el dominio o la agresión por una paleta de expresiones más amplia. Los músculos de la cara podían mover las cejas hacia arriba y hacia abajo y expresar los sentimientos más sutiles”, explica el profesor de Anatomía Paul O’Higgins, principal autor del estudio.

La función social de las cejas

Distintas hipótesis plantean que el área de la frente y las cejas que tanto caracterizaban a nuestros ancestros funcionaban como refuerzo estructural en sus caras con el objetivo de tolerar el estrés y la presión mientras masticaban. Pero estos expertos elaboraron un modelo 3D de la zona craneal fosilizada de un hombre primitivo al que se le conoce como ‘Homo heidelbergensis’ y hallaron que tal propiedad no ofrecía ningún beneficio o uso en particular.

“Esto quiere decir que los arcos de las cejas en los humanos arcaicos deben haber tenido una función social, muy probablemente utilizada para mostrar el dominio, como se ve en otros primates”, indicó la coautora de la investigación Penny Spikins en una publicación en en un the conversation.