Jaime Mesa busca “desvanecer al escritor supersagrado”

La Jornada

CDMX.- Los libros parecen tan sagrados que sólo en la literatura estamos muy preocupados por el plagio y por quién realmente es el autor, a diferencia de medios audiovisuales como el cine, donde desde hace tiempo se acepta la autoría de varias personas, expresa el narrador Jaime Mesa a propósito de su novela La mujer inexistente (Alfaguara), recientemente publicada.

En entrevista con La Jornada, el autor explica: “Nos interesan tanto los libros y nos parecen tan sagrados que soy tan cínico de decir que escribí este libro cuando a lo mejor mi mujer me dio la imagen inicial, otra persona me dio un fragmento y alguien más, una anécdota. Al final, ¿de quién es la novela?, ¿de quien la escribe o de quien se la cuenta?

Trato de desvanecer el autor supersagrado con las diversas capas de esta novela y con un apartado final que aborda quién la escribió: el chavo que la ha narrado o Jaime Mesa, quien creó a Jaime Abril, quien creó al primer narrador. Fue un gracejo final para dar la puntilla a todo ese sistema de espejos con la declaración frontal de que probablemente el menos importante en un libro es el autor, o tendría que darle una cuota de autoría colectiva, porque sería imposible esta novela sin al menos unas seis personas en mi vida.

Dilema de una mujer

Jaime Mesa (Puebla, 1977) describe la anécdota sencíllisima del libro: Una mujer fracasa y en algún momento tiene la oportunidad de obligar a un premio Cervantes a escribir una obra, tiene el dilema de hacer algo bueno y seguir fracasando o hacer algo malo y triunfar.

Y destaca la importancia del narrador, un “escriba de 23 años, masajista, que conoció a Milena Betancur en su último año de vida. Se entera que es escritora y la admira. Ante su muerte, descubre sus diarios, que tapan la imagen que él tenía de Milena y quiere matar esa imagen porque sabe que si se conocen, el medio literario y las personas se van a ir contra ella.

“La mujer inexistente es la rescritura de estos diarios, de memoria, de sintetizar los tomos en uno. Son dos anécdotas distintas, la del escriba que admira a alguien y se propone rescribir esa versión, y la de una mujer que fracasa y se propone triunfar. Esta mezcla de los planos me permite casi tener dos novelas en una y que la forma, el narrador, responda a una historia y Milena a otra. Esto me interesa muchísimo para demostrar que la forma tiene su propio fondo”.

Esa novela, explica el narrador, representa una época de maduración en mí, porque siempre he estado afanado en separar el fondo y la forma, es decir, creo muchísimo en el fondo. Construyo mis personajes, después el conflicto, luego el narrador y al final la estructura. Así, le doy más importancia al fondo que a la forma.

Condenada por el medio literario

Jaime Mesa imaginó a Milena, afirma, “y cuando quise rescatarla ya se había metido en muchos problemas: el fracaso existencial, romántico, sexual y literario; incluso el fracaso de existir. Ella se cambia el nombre para que no la persiga la mala fama y de Beatriz Mella se pasa a llamar Milena Betancur. No lo hace por una decisión individual, el medio literario la condena a la marginación. Ella simbólicamente se quita el nombre porque ya la desterraron.

Lucha y cumple todos los pasos que nos dijeron: estudia en una universidad, la maestría y el doctorado; sé buen padre de familia; si te cuidas vas a encontrar el amor; si escribes pacientemente tu novela vas a encontrar editor; si la escribes con aire diáfano y tratas de buscar la condición humana va a ser una muy buena novela. Ella lo hace mucho tiempo y no ocurre.

Milena no logra hacerse un espacio en el ambiente literario, una de las tribus no sé si más sangrientas o alborotadas que tenemos, por una cuestión sencilla de números: hay muy pocos lugares, muy pocos boletos para pertenecer; y entre menos lectores y más exigencia, van disminuyendo estos lugares, en una lucha encarnizada, sobre todo en las grandes capitales.

Sin embargo, Jaime Mesa afirma que no hay referencia a personajes reales. Me interesaba cortar los nexos con la realidad, meto las manos en el medio literario mexicano y latinoamericano pero sin afán informativo o periodístico, que le pertenece a otras áreas; me interesa rastrear, imaginar, escribir, reflexionar, pero no documentar, que es asunto de un periodista, un crítico literario o de un académico.