El plan económico de AMLO para hacer crecer a México

NY Times

Ciudad de México.- Se ha criticado a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) por carecer de un plan para hacer crecer la economía mexicana. Esto es falso. AMLO tiene un proyecto económico claro y que representa un distanciamiento contundente respecto a gobiernos anteriores. Su dilema no es carecer de un plan, sino que lo que propone no logra ser suficientemente creativo como para no cometer errores del pasado.

Es una panorama poco halagüeño: López Obrador tiene un excelente diagnóstico económico, pero malas herramientas para resolverlo.

Su plan para hacer crecer la economía mexicana es aumentar la capacidad de consumo de los más pobres. Esto se logrará primordialmente, de acuerdo con su proyecto, a partir de hacer más productiva a la empresa petrolera estatal —Petróleos Mexicanos (Pemex)— y, con ello, financiar inversión pública y transferencias directas en efectivo a los más pobres.

Si bien la idea de aumentar el consumo de los más pobres es indudablemente acertada y es el punto más atractivo de la agenda económica de AMLO, el método para lograrlo es equivocado por dos razones.

Primero, el presidente está desmantelando servicios proveídos por el Estado para convertirlos en transferencias directas a individuos. Por ejemplo, se ha cancelado un servicio de guarderías financiadas públicamente que atendía a casi 200.000 niños para darles el dinero en efectivo a los padres a fin de que los cuiden ellos mismos. Programas de mejoramiento en infraestructura escolar han sido reemplazados por transferencias en efectivo a comités de maestros y padres de familia para que ellos construyan y mejoren las escuelas.

Esto es un error porque impide que el Estado controle y monitoree la calidad de los servicios a los que acceden los pobres. Las transferencias en efectivo solo funcionan cuando existen proveedores de servicios privados que puedan ofrecer a los más pobres lo que necesitan. Este no es el caso. Ahora, los proveedores de servicios serán familiares o guarderías privadas de bajo costo sin nadie que las vigile. Así, los receptores de las transferencias terminan irremediablemente accediendo a servicios baratos o proveyéndolos ellos mismos con baja calidad.

Más preocupante aún, los beneficiarios de los programas sociales están siendo escogidos por grupos locales de seguidores de AMLO, los llamados “siervos de la nación”. Estas personas están otorgando el beneficio supuestamente de forma universal a quienes lo necesitan, pero todo parece indicar que ha sido otorgado de forma discrecional y con estándares que no han sido definidos con claridad. Se teme que existan beneficiarios duplicados y que los apoyos no estén llegando a quienes más los necesitan, sino solo a quienes están más cerca políticamente de Morena, el partido en el poder.

Segundo, el plan de AMLO está sustentado en una premisa infundada: que existen suficientes recursos públicos para elevar la productividad de Pemex al punto de poder volver a extraer recursos de ella.

Décadas de desfalcos y endeudamiento han dejado a la petrolera en una situación demasiado precaria. Se calcula que para que Pemex mantenga su producción actual se tendrían que invertir 24.000 millones de dólares anuales, sin contar el pago de su deuda. Dada la situación financiera actual de México, resulta muy difícil pensar que esto pueda lograrse sin inversión privada. Sin embargo, el plan de negocios planteado por AMLO limita al sector privado a solo obtener contratos de servicios, algo que puede ser poco atractivo para dicho sector, y no otorgará grandes rendimientos al gobierno.

Aún en el escenario de que Pemex pudiera volverse más productivo, las economías basadas en la distribución de rentas petroleras raramente logran diversificarse y a menudo incurren en problemas de sostenibilidad en el largo plazo.

Con frecuencia, AMLO menciona el periodo del milagro mexicano como su inspiración económica. En el México de la década de los cuarenta a los setenta, la distribución de la renta petrolera logró hacer que el país creciera al seis por ciento anual. Lo que el presidente olvida mencionar es que, incluso durante esos años, el ingreso de los más pobres disminuyó en comparación con el de los ricos. En 1950, el 20 por ciento de la población más pobre concentraba el seis por ciento de la riqueza del país; para 1963, ya solo tenían el cuatro por ciento. Incluso durante el milagro mexicano los más pobres se hicieron más pobres.

Esto se debe a que las economías petroleras no crean empleos de alto valor agregado y desarrollo. El dinero del petróleo termina distribuyéndose como paliativo a la pobreza, mas no como remedio a ella. Lo mismo podría ocurrir ahora y su proyecto podría terminar por ser igual de nocivo que el modelo económico de sus antecesores.

Desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, México había aplicado un modelo de crecimiento basado en promover las exportaciones a partir de posicionar la mano de obra barata como principal ventaja competitiva. Esta decisión fue tóxica y poco exitosa: México logró aumentar notoriamente sus exportaciones, pero sin mejorar las condiciones de los trabajadores. Los salarios de la manufactura han disminuido si se les compara con los aumentos en productividad de la última década. Los trabajadores mexicanos tienen salarios menores que en China y una capacidad de consumo paupérrima.

Así que aumentar la capacidad de consumo de los más pobres es una política económica adecuada y es sin duda un acierto de AMLO enfocarse en ella. En los últimos diez años, el consumo privado ha crecido a una tasa anual promedio de tan solo el 0,2 por ciento. Esto ha afectado el crecimiento económico porque el 67 por ciento del producto interno bruto mexicano proviene del consumo privado. Es por ello que el problema del modelo de crecimiento planteado por AMLO no es su inexistencia sino que, aun teniendo un diagnóstico correcto, está recurriendo a métodos limitados, poco creativos y contraproducentes para tratar el problema.

Un mejor plan debe concentrarse en mejorar la calidad de los servicios públicos en vez de desmantelarlos, y diversificar la economía en vez de petrolizarla.

Ante los cambios inminentes en las formas de producción globales, el futuro será de aquellos países que logren convertirse en proveedores de energías limpias, desarrollen agricultura de alto valor agregado y entrenen a la población en la provisión de servicios no automatizables. Un mejor plan económico de AMLO se centraría en posicionar a México en esa dirección y no solo en distribuir efectivo.

Aquí la nota: NY Times