Anécdota de Semana Santa

Desde mi balcón

 Jorge Arturo Ferreira Garnica

Me gustaría enseñarles el camino al infierno para que se mantengan apartados de él”. El famoso filósofo italiano Nicolás Maquiavelo escribió estas palabras a un amigo en 1526, poco antes de su muerte. El infierno al que se refería era muy terrenal, el que surge de malas decisiones políticas e instituciones corruptas.

Las personas a las que quería rescatar eran, para empezar, sus propios compatriotas: los ciudadanos de Florencia y de otros lugares de Italia que estaban a punto de perder sus últimos restos de soberanía y libertades civiles.

Así como él había aprendido mucho de la historia antigua, Maquiavelo deseaba que sus enseñanzas fueran útiles a futuros lectores —vivieran donde vivieran— para que evitaran caer ciegamente en sus respectivas pesadillas políticas. Sobre todo, quería enseñar a la gente cómo enfermaban las democracias y cómo podían curarse.

Erica Benner. El País. 21 octubre de 2017. Erica Benner es investigadora en la Universidad de Yale y autora de ‘Be Like the Fox: Machiavelli’s Lifelong Quest for Freedom’ (2016).

 

Así inicia el excelente artículo de Erica Benner, y quizá quienes por equivocación han leído alguno de mis cañamazos, se pegunten y por qué este epígrafe. La respuesta es sencilla, pues encaja en el texto que concebí luego de los apacibles días de la semana mayor, gracias a la cual los mexicanos gozamos de unos días de asueto.

De un relajamiento cuasi solipsista, por llamar de alguna manera esa dualidad entre socializada e individual de replegarse a la meditación como parte de la doctrina judeocristiana, cuya inercia, a los que somos ajenos a ella, nos fuerza o invita de alguna manera, a cierto grado de aislamiento.

Aislamiento que me permitió descansar en la intimidad hogareña, leer, cocinar e incluso, compartir el pan, la sal y la palabra, con viejos amigos que por la falta de oportunidades laborales conforme a su formación académica se vieron obligados a emigrar a la gran urbe.

Estos viejos amigos lo son no por su cronología biológica, sino por el tiempo que llevamos de seguir arando y abonando ese fértil y productivo campo de la amistad, no obstante que les llevo una cierta ventaja en esta bella aventura que es la vida.

Fue la tarde del viernes, entre bocadillos y buen trago, que Erick Mota, para mí, “el señor presta,” me platicó al detalle, cuál es su función a desarrollar en la empresa en la que está aportando su conocimiento y experiencia.

De entrada, me dice: que es una empresa inglesa que se dedica a los asuntos de seguridad, dentro de los cuales, de manera específica, atiende a compañías extranjeras que quieren invertir en nuestro país, transnacionales pues.

¿En qué consiste este asesoramiento a los inversores extranjeros? Pues según me lo explicó el buen Erick, en analizar la clase de riesgos a que se exponen sus inversiones en nuestro país, dadas las lamentables circunstancias que en materia de delincuencia común y organizada hemos estado padeciendo, merced al consentimiento tácito del estado mexicano, durante poco más de tres lustros. Dicho con mayor propiedad: la rampante inseguridad y sus gemelas: impunidad y corrupción, lo demás son consecuencias de este cáncer.

Erick abundó en lo relativo al análisis de los riesgos, cuyo amplio abanico, dijo, incluye investigar tanto los políticos como regulatorios, económicos y por supuesto los de seguridad, lo cual nos da una visión más objetiva de la osadía con la que estas empresas asumen todo tipo de inseguridades para seleccionar sus zonas de inversión, no obstante que los peligros y obstáculos que deben enfrentar sean altos o no, ya que lo sustantivo es conocer el costo beneficio, es decir, el sine qua non de las posibles ventajas que esto representa en cuanto a rentas o utilidades contantes y sonantes.

Conforme la charla tomaba su curso y mi interlocutor entraba en detalles técnicos, políticos y sociales, allá en lontananza, pues esta conversación se efectúo al poniente de Aguascalientes, justo en la orilla oriente de la presa de Mal Paso, municipio de Calvillo, en tanto la charla seguía su curso, el sol era deglutido por un horizonte que, conforme engullía sol, el cielo enrojecía y, embravecido por ese súbito esplendor y resplandor de un incendio sin fuego, con matices diversos en los que racimos de nubes rojizas, encendidas por inasibles y seductoras llamaradas, adquirían tonalidades de un abrasador escarlata, o del espolvoreado carmesí, sin faltar los entristecidos y agazapadas girones de somnolientas nubes grises.

Obsequio sin precedente ni precio contemplar este espectáculo único e irrepetible. Quizá este fue el motivo por el cual nuestro diálogo también adquirió cauces y visos no previstos. Por ejemplo, que la mayoría, por no decir que la totalidad de empresas inversionistas buscan el nicho de las energías. Sin omitir, y mucho menos evadir los riesgos que representa invertir en países cuyos índices de inseguridad son superiores al de México.

Escuchar esto causó mi asombro, y más, cuando me entero que lo único que les interesa saber es cuánto les costará correr ese riesgo. Insólito tan sólo de pensar en algo así, más aún, estar en total disposición de invertir, con tan sólo saber el valor agregado del cuánto y del cómo. Y por supuesto, calcular con precisión el monto de sus utilidades.

No sé por qué, vino a mi memoria aquella lapidaria sentencia del padre del Surrealismo André Bretón, que Mario Puzo utilizó como epígrafe en su exitosa novela “El Padrino” y que dice: “Detrás de cada gran fortuna, siempre hay un gran crimen”. Sin duda alguna concluyo esta anécdota pensando en que el dinero sigue siendo ese poderoso caballero, frase que la vox populi ha utilizado durante siglos. Estos son los menesteres o buenos oficios que el buen Erick le toca investigar. Ir a las zonas de alto riesgo en las que las empresas transnacionales han planeado invertir. Investigar en esas regiones donde el crimen organizado es el que gobierna, no es una empresa fácil, pues llegar a esos territorios implica jugarse el pellejo.

No sé si la paga sea buena, regular o mala, pues no me atreví a preguntar, pero sí me dijo que por primera ocasión en su vida estaba trabajando bien y con gusto, pues en el sector público nunca se llegó a sentir, ni cómodo ni con futuro para progresar, además de estar rodeado de una caterva de imbéciles mediocres y corruptos o simplemente, burócratas conformistas. Acá es otra cosa mi George, me dijo. Omití decir que Erick es politólogo con estudios de posgrado en España y USA.

Supongo que este proceso de inversión cada vez alcanzará nuevos sectores, y que habrá de continuar con su crecimiento, con procesos que todavía cuesta trabajo imaginar, más aún con las nueva tecnologías y políticas de apertura económica en nuestra aldea globalizada. ¿Rematar países enteros? ¡Qué más da! El fin, es decir el dinero, justifica todos los medios, esto es, estar por encima de cualquier obstáculo, siempre y cuando exista un margen de utilidad que se ajuste a los parámetros previamente calculados. ¿Sobornos vs compra de conciencias de políticos o criminales? Es igual y es lo mismo ¿Qué no? ¿Más corrupción y crímenes de toda índole? Qué más da, pues al fin y al cabo una raya más al tigre ni se le nota.

¿Será esta nueva forma de invertir un subproducto del viejo capitalismo salvaje o de la posmodernidad? ¿O simplemente una práctica muy refinada del antiguo método de operar de la mafia siciliana?

Erick me dio luz en este cuestionamiento en tres lúcidos razonamientos:

1.- Que el verdadero símbolo de capitalismo actual son las empresas globales, quienes tienen cada vez más tolerancia al riesgo, y entran en mercados cada vez más hostiles con estados débiles que no pueden garantizar la seguridad jurídica de sus inversiones o incluso la integridad física de sus empleados.

2.- Que las amenazas descritas anteriormente las conocen las corporaciones y las asumen como parte del riesgo de operar en estos países y;

3.- Y que, debido a la cantidad de recursos humanos, financieros, tecnológicos y sobre todo de conocimiento e información, estas corporaciones globales semejan estados y muchas veces están por encima de ellos, particularmente en estos dos últimos puntos. (Las negritas las puse yo, y no es albur, la substancia es de mi amigo Erick).

Y finalmente agregó que, en el sector de la energía en México, lo que más les interesa conocer es el riesgo político y social: ¿Sus inversiones van a ser confiscados por los gobiernos? ¿Grupos sociales específicos van a facilitar u obstaculizar sus operaciones en el país? ¿Quiénes son? ¿Cuáles son sus liderazgos y modus operandi? Etcétera, etcétera y etcétera. De tal suerte que el tema de la seguridad si es un problema para ellos, pero no es insalvable, a la luz de países aún más hostiles donde han operado, particularmente en África.

De tal suerte que salir a recopilar toda esta información a cada uno de los posibles sitios de inversión, requiere no sólo de elementos básicos de investigación y análisis, sino a su vez de un temple a prueba de fuego, pero también de todo el acervo a su alcance del saber diplomático, pues sólo así es posible internarse en esos territorios que no son otra cosa que una tierra de nadie, salvo de las bandas criminales. Este artículo fue posible gracias a las aportaciones de dos grandes amigos, uno de ellos Erick Mota, ya citado en el texto y el otro, Javier de la Torre también politólogo con estudios de posgrado en la Universidad Complutense de Madrid, quien me remitió el artículo de Erica Benner sobre una interpretación diferente del legado literario del Secretario Florentino.

Erica Benner es investigadora en la Universidad de Yale y autora de ‘Be Like the Fox: Machiavelli’s Lifelong Quest for Freedom’ (2016).

 

 

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